La dignidad, la mejor vacuna. Por: Voltaire Medina Orellana

A propósito del V Aniversario del viaje a la inmortalidad del Líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, el destacado intelectual y amigo ecuatoriano Voltaire Medina Orellana, de la provincia El Oro, nos regala el texto "La dignidad, la mejor vacuna".

 

La dignidad, la mejor vacuna.

 

                                                                                     Escribe: Voltaire Medina Orellana.

 

            América Latina se puso a esperar la hora de la nueva aurora. Como ocurrió con Bolívar a principios del siglo XIX. Estábamos en el siglo XX y los pensadores, Martí, Recabarren, Mella, Mariátegui, habían puesto su cuota. Pero, América Latina seguía esperando. Hacía falta un hombre que rompa los esquemas de la dominación capitalista, que sin fijarse en los modelos transformadores y políticos de otras regiones del mundo, sea capaz de interpretar nuestra realidad y armado de ideas y fusiles vaya por los caminos de la redención de los pueblos oprimidos.

            Nadie estableció a qué país le tocaba primero. Sea cual fuere ese debía guiar a toda la América Latina.  Solamente hacía falta ese hombre ubicado en un punto latinoamericano para que encare las injusticias y se proponga la derrota de los opresores. La América rica, Nuestra América, la América que había padecido la dominación española, la América que había heredado el pensamiento de Espejo y la valentía de Túpac Amaru.  Esa América ahora expoliada por el capital, sometida al imperialismo norteamericano, necesitaba de un conductor, lo suficientemente claro, decidido, patriota, talentoso, indeclinable, con arrestos heroicos, con cualidades para dirigir el más importante proyecto humanista de la historia americana, la Revolución del Continente de los mestizos amantes del honor, la justicia, el decoro.

            América Latina vio en el Moncada la claridad de la aurora. América Latina vio la luz de la libertad el 1 de Enero de 1959, y el señor de la revolución latinoamericana era Fidel Castro. Había aparecido y había llegado el hombre que empujado por Martí, tomó las armas y los libros de los otros pensadores para construir una nueva sociedad. No imaginamos que Cuba sería la primera para que de allí irradie su valeroso ejemplo. Pero sí sabíamos que lo de Céspedes, Maceo y Gómez eran los cimientos de una futura epopeya.

            Fidel Castro ha sido durante los últimos 70 años el Maestro de la Nueva América. Nos enseñó todas las asignaturas del comportamiento revolucionario. A brazo partido se fajó con la más grande potencia del mundo y esa es la materia a la que ha dedicado el tiempo que la soberanía exige. Ha encaminado a las inteligencias cubanas al campo científico y esa disciplina de alto perfil se empeña en salvar vidas en cualquier sitio del mundo. En clases magistrales nos ha dictado las reglas de la solidaridad universal y ha desmontado las fronteras imaginarias levantadas por los enemigos de la humanidad. Las páginas escritas y entregadas como textos para consultas revelan su grandeza, su inmensidad de dirigente de la Revolución Americana y mediante el Tratado de su práctica revolucionaria ha dado al mundo las posibilidades de escoger las vías para procurar el fin de la explotación y las injusticias. Finalmente, en una proeza de sabio, ha inyectado a su pueblo la vacuna de la dignidad contra la pandemia del imperialismo.

            Este hombre, este conductor, ese cubano, este revolucionario es un Fidel para los siglos.

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