Compañeras y compañeros:
Han trascurrido 130 años desde aquel triste 19 de mayo de 1895 cuando nuestro apóstol, José Martí, fue alcanzado por balas enemigas peleando por la independencia frente al colonialismo en Dos Ríos, provincia de Oriente. Murió un hombre y nació un símbolo para los cubanos de todos los tiempos.
Se lo había anticipado a su amigo y hermano mexicano Manuel Mercado, en su inolvidable carta inconclusa del día anterior, redactada precisamente en este lugar “…Sé desaparecer, pero no desaparecerá mi pensamiento...”.
En la propia misiva, Martí dejaría también recogido para la historia lo más profundo de su pensamiento y el objetivo supremo que marcó su corta, pero fecunda existencia, … “Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber- puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo- de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser, y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas” …, fin de la cita.
Cuarenta y dos años antes de aquel 1895 nacía de padre y madre españoles, en hogar humilde y atenazado por necesidades económicas, donde la pobreza no fue nunca un pretexto para no vivir sin apego a la decencia, al respeto, hacer el bien y al cumplimiento del deber y en el cual, el ejemplo moral de sus padres, le marcaría los rumbos de su comportamiento ante la vida.
Es condenado, con solo 16 años, a cumplir seis años de trabajo forzado en el cruel presidio político caracterizado por el abuso cotidiano, los golpes y atropellos que no respetaban ni a niños ni ancianos, en inhumanas jornadas en las canteras de San Lázaro.
Por la incansable gestión de sus padres, le es conmutada la condena por la deportación a España a donde partió sin odios, pero con profundas laceraciones en sus pies, producidas por los grilletes y cadenas de preso, a la vez que había profundizado más su pensamiento independentista y antiesclavista.
Su estancia en España entre 1871 y 1874 fue provechosa en todos los sentidos: terminará sus estudios de bachillerato y de dos carreras universitarias: licenciatura en Derecho Civil y en Filosofía y Letras.
En México residió durante dos años en los cuales se destacó como periodista, escribió teatro y fue un profundo analista de la sociedad mexicana, a la vez que comienza a conocer otra cultura que iría abriendo el camino a lo que él llamaría posteriormente Nuestra América.
Su estancia en México, Guatemala y Venezuela le permitió el conocimiento de los problemas que quedaron pendientes después de la independencia política de España: el drama del indio y de los pobres.
Regresa a Cuba en agosto de 1878 y descubierto por las autoridades fue arrestado y deportado por segunda ocasión a España de donde logra salir hacia Francia y de ahí viajar a New York a la cual llega a principios de enero de 1880, incorporándose de inmediato a las labores del Comité Revolucionario que dirigía la Guerra Chiquita.
A partir de finales del año 1881 y hasta 1895 radicaría en New York por más de 14 años, etapa decisiva para la lucha por la independencia y para conocer mejor los complejos problemas de las dos Américas.
En el centro de todos estos esfuerzos estuvo la lucha por lograr la unidad, porque la desunión había sido hasta ese momento una regularidad contra el logro de los objetivos revolucionarios.
Esta brillante labor de José Martí sería coronada por su obra cumbre: el Partido Revolucionario Cubano, fruto de su experiencia, talento político y organizativo, así como de un largo proceso de maduración que llevó años.
Mucho le debemos a José Martí las sucesivas generaciones de cubanos a quienes ha correspondido luchar por alcanzar el triunfo de la Revolución, desarrollarla y defenderla todos los días de nuestras vidas.
Aprendimos de Martí, el amor a los seres humanos y a la Patria, la pasión por la libertad y la firme determinación de preservar la soberanía de la nación cubana. De Martí heredamos su culto a la dignidad y el decoro de mujeres y hombres, su confianza ilimitada en el pueblo.
Nuestro mejor homenaje al Maestro en el aniversario 130 de su caída en combate será ser siempre fieles a su legado humanista, antiimperialista y revolucionario.
¡Honor y Gloria eterna a José Martí ¡
¡Viva Cuba libre!
Muchas gracias.
Embacuba-Ecuador