San Salvador, 8 de octubre de 2025. Dejamos a nuestros lectores algunos de los muchos poemas dedicados a Ernesto Guevara de la serna, nuestro Che.
Hasta la victoria siempre.
Embajada de Cuba en El Salvador.
El credo del Che de Roque Dalton
El Ché Jesucristo
fue hecho prisionero
después de concluir su sermón en la montaña
(con fondo de tableteo de ametralladoras)
por rangers bolivianos y judíos
comandados por jefes yankees-romanos.
Lo condenaron los escribas y fariseos revisionistas
cuyo portavoz fue Caifás Monje
mientras Poncio Barrientos trataba de lavarse las manos
hablando en inglés militar
sobre las espaldas del pueblo que mascaba hojas de coca
sin siquiera tener la alternativa de un Barrabás
(Judas Iscariote fue de los que desertaron de la guerrilla
y enseñaron el camino a los rangers)
Después le colocaron a Cristo Guevara
una corona de espinas y una túnica de loco
y le colgaron un rótulo del pescuezo en son de burla
INRI: Instigador Natural de la Rebelión de los Infelices
Luego lo hicieron cargar su cruz encima de su asma
y lo crucificaron con ráfagas de M-2
y le cortaron la cabeza y las manos
y quemaron todo lo demás para que la ceniza
desapareciera con el viento
En vista de lo cual no le ha quedado al Ché otro camino
que el de resucitar
y quedarse a la izquierda de los hombres
exigiéndoles que apresuren el paso
por los siglos de los siglos
Amén.
Tristeza en la muerte de un Héroe de Pablo Neruda
Los que vivimos esta historia, esta muerte y resurrección de nuestra esperanza
enlutada,
los que escogimos el combate y vimos crecer las banderas, supimos que los más
callados
fueron nuestros únicos héroes y que después de las victorias llegaron los
vociferantes
llena la boca de jactancia y de proezas salivares.
El pueblo movió la cabeza:
y volvió el héroe a su silencio.
Pero el silencio se enlutó hasta ahogarnos en el luto cuando moría en las
montañas
el fuego ilustre de Guevara.
El comandante terminó asesinado en un barranco.
Nadie dijo esta boca es mía.
Nadie lloró en los pueblos indios.
Nadie subió a los campanarios.
Nadie levantó los fusiles, y cobraron la recompensa aquellos que vino a salvar
el comandante asesinado.
¿ Qué pasó, medita el contrito, con estos acontecimientos?
Y no se dice la verdad pero se cubre con papel esta desdicha de metal.
Recién se abría el derrotero y cuando llegó la derrota fue como un hacha que
cayó
en la cisterna del silencio.
Bolivia volvió a su rencor, a sus oxidados gorilas, a su miseria intransigente,
y como brujos asustados los sargentos de la deshonrra, los generalitos del
crimen,
escondieron con eficiencia el cadáver del guerrillero como si el muerto los
quemara.
La selva amarga se tragó los movimientos, los caminos, y donde pasaron los pies
de la milicia exterminada hoy las lianas aconsejaron una voz verde de raíces
y el ciervo salvaje volvió al follaje sin estampidos.
Donde nunca jamás se lo imaginan de Eliseo Diego
Entonces ya es seguro que estás muerto
No volveremos otra vez a verte
Jugar con el aliento de los hartos
Al escribir como al desgano: Che,
Sobre el dinero
Entre leyendas
Viniste brevemente a nuestro día
Para después marcharte entre leyendas.
Cruzabas en la sombra, rápido
Filo sediento de relámpago,
Y el miedo iba a tronar donde no estabas.
Luego, es verdad, la boina seria
Y el tabaco risueño, nos creímos
--y tú sabrás, si cabe, perdonarlo—
que te quedabas ya para semilla
de cosas y de años.
Hoy nos dicen
Que estás muerto de veras, que te tienen
Al fin donde querían
Se equivocan
Más que nosotros figurándose
Que eres un torso de absoluto mármol
Quieto en la historia, donde todos
Puedan hallarte.
Cuando tú
No fuiste nunca sino el fuego,
Sino la luz, el aire,
Sino la libertad americana
Soplando donde quiere, donde nunca
Jamás se lo imaginan, Che Guevara.
Lectura de domingo de Nicolás Guillén.
He leído acostado
todo un blando domingo.
Yo en mi lecho tranquilo,
mi suave cabezal,
mi cobertor bien limpio,
tocando piedra, lodo, sangre,
garrapata, sed,
orines, asma:
indios callados que no entienden,
soldados que no entienden,
señores teorizantes que no entienden,
obreros, campesinos que no entienden
soldados teorizantes que no entienden.
Terminas de leer,
quedan tus ojos fijos
¿en qué sitio del viento?
El libro ardió en mis manos,
lo he puesto luego abierto,
como una brasa pura,
sobre mi pecho.
Siento las últimas palabras
subir desde un gran hoyo negro.
Inti, Pablito, el Chino y Aniceto.
El cinturón del cerco.
La radio del ejército
mintiendo.
Aquella luna pequeñita
colgando suspendida
a una legua de Higueras
y dos de Pucará.
Después silencio.
No hay más páginas.
Esto se pone serio.
Esto se acaba pronto
termina.
Va a encenderse.
Se apaga
Va a nacer.
Yo tuve un hermano de Julio Cortázar
Yo tuve un hermano
no nos vimos nunca
pero no importaba.
Yo tuve un hermano
que iba por los montes
mientras yo dormía.
Lo quise a mi modo
le tomé su voz
libre como el agua.
Camine de a ratos
cerca de su sombra
no nos vimos nunca
pero no importaba.
Mi hermano despierto
mientras yo dormía.
Mi hermano mostrándome
detrás de la noche
su estrella elegida.
Che de Miguel Barnet
Che, tú lo sabes todo,
los recovecos de la Sierra,
el asma sobre la yerba fría
la tribuna
el oleaje en la noche
y hasta de qué se hacen
los frutos y las yuntas
No es que yo quiera darte
pluma por pistola
pero el poeta eres tú.
Tuve un amigo querido de Atahualpa Yupanqui
Tuve un amigo querido
que murió en Ñancahuazú
su tumba no la encontraron
porque no le han puesto cruz.
No importa que no la tenga,
lo mismo la hemos de hallar
multiplicada en el aire
donde está la libertad.
Crece la mata en la sierra,
crece el árbol más allá,
en los barrancos profundos
el río canta y se va.
Pájaros de tres colores
pasan en vuelo fugaz
la mariposa y el cóndor
todos lo quieren nombrar.
Tumba perdida en la sierra
jamás se podrá olvidar
en las guitarras del pueblo
se convierte en madrigal.
Canción antigua al Che Guevara de Mirta Aguirre
¿Dónde estás, caballero bayardo
Caballero sin miedo y sin tacha?
En el viento, señora, en la racha
Que acicala la llama en que ardo.
¿Dónde estás, caballero gallardo,
caballero sin tacha y sin miedo?
En la flor que a mi vida concedo;
En el cardo, señora, en el cardo.
¿Dónde estás, caballero seguro,
caballero del cierto destino?
Con la espalda solapando camino
Al futuro, señora, al futuro
¿Dónde estás, caballero el más puro
caballero del cierto destino?
Encendiendo el hachón guerrillero
En lo oscuro, señora, en lo oscuro
¿Dónde estás, caballero el más fuerte,
caballero del alba encendida?
En la sangre, en el polvo, en la herida,
En la muerte, señora, en la muerte
¿Dónde estás, caballero ya inerte,
caballero ya inmóvil y andante?
En aquel que haga suyo mi guante
Y mi suerte, señora, mi suerte
¿Dónde estás, caballero de gloria,
caballero entre tantos primero?
Hecho saga en la muerte que muerto;
Hecho historia, señora, hecho historia.
Octubre ocho de Gonzalo Rojas
Así que me balearon la izquierda, ¡lo que anduve
con esta pierna izquierda por el mundo! Ni un árbol
para decirle nada, y víboras, y víboras,
víboras como balas, y agárrenlo y reviéntenlo,
y el asma, y otra cosa,
y el asma, y son las tres. Y el asma, el asma, el asma.
Así que son las tres, o ya no son las tres,
ni es el ocho, ni octubre. Así que aquí termina
la quebrada del Yuro, así que la Quebrada
del Mundo, y va a estallar. Así que va a estallar
la grande, y me balearon en octubre.
Así que daban cinco mil dólares por esto, o eran cincuenta mil,
sangre mía, por esto que fuimos y que somos,
¡y todo lo que fuimos y somos! Cinco mil
por mis ojos, mis manos, cincuenta mil por todo,
con asma y todo. Y eso, roncos pulmones míos,
que íbamos a cumplir los cuarenta cantando.
Cantando los fatídicos mosquitos de la muerte:
arriba, arriba, arriba los pobres, la conducta
de la línea de fuego, bienvenida la ráfaga
si otros vienen después. Vamos, vamos veloces,
vamos veloces a vengar al muerto.
Lo mío —¿qué es lo mío?—: esta rosa, esta América
con sus viejas espinas. Toda la madrugada
me juzgan en inglés. ¿Qué es lo mío y lo mío
sino lo tuyo, hermano? La cosa fue de golpe
y al corazón. Aquí
va a empezar el origen, y cómanse su miedo.
Así que me carnearon y después me amarraron.
A Vallegrande —a qué— ¡y en helicóptero!
Bueno es regar con sangre colorada el oxígeno
aunque después me quemen y me corten las manos,
las dos manos.
—Dispara sin parar
mientras voy con Bolívar, pero vuelvo.
A Ernesto Guevara de Rafael Alberti
Te conocí de niño
allá en el campo aquel de Córdoba argentina,
jugando entre los álamos y los maizales,
las vacas de las viejas quintas, los peones…
No te vi más hasta que supe un día
que eras la luz ensangrentada, el norte,
esa estrella que hay que mirar a cada instante
para saber en dónde nos hallamos.
Che de Humberto Costantini
A lo mejor está debajo de la alfombra.
A lo mejor nos mira de adentro del ropero.
A lo mejor ese color habano es una seña.
A lo mejor ese pez colorado es guerrillero.
Yo juro haberlo visto de gato en azoteas.
Y yo corriendo por los hilos del teléfono.
Señor, ¿ha revisado bien adentro de su cama?
Oh John, ¿qué es esa barba que asoma en tu chaleco?
Debiéramos filtrar todas las aguas de los ríos.
Lavar todas las caras de los negros.
Picar la cordillera de los Andes.
Poner a South—América en un termo.
Dicen que en Venezuela montaba una guitarra.
Que en Buenos Aires entraba en bandoneones y Discépolos.
Que en Uruguay punteaba una milonga con el diablo.
Y en el Brasil vestido de caboclo bajaba a los terreiros.
Pero si ayer nomás saltó en Santo Domingo.
Si en Colombia era cumbia de los filibusteros.
Si yo lo vi esta mañana con su risa terrible soltándose los duendes al espejo.
A mí casi me mata la otra noche, se me subió con un millón de sátiros al sueño.
Ese lío en Bolivia es cosa suya.
Y esos ladridos en la noche no son perros.
Y esa sombra que pasa, ¿por qué pasa?
Y no me gustan nada esos berridos junto al pecho.
A lo mejor está en la pampa y es graznido.
A lo mejor está en la calle y es el viento.
A lo mejor es una fiebre que no cura.
A lo mejor es rebelión y está viniendo.
