Regreso a Cuba con una mezcla apretujada de alegría y tristeza

Palabras del embajador de Cuba, Sergio González González, vísperas de culminar su misión en el Perú

Hubiera querido que esta cita tuviera las características de los encuentros tradicionales de El Aromito o el afectuoso calor del salón del sindicato de Telefónica, o la casona de Patria Roja, o el anfiteatro de Construcción Civil en La Victoria, bajo la mirada adusta y confiada de dos figuras emblemáticas de la revolución cubana, Fidel y Che, que se mantienen como los veladores de nuestros destinos en el patio interior del edificio. Todos esos pequeños rincones de la geografía limeña me resultan familiares y hubiera querido saludarlos a todos personalmente, como muchas veces ocurrió a lo largo de los primeros 4 de los 5 años y 8 meses que Marlene y yo estamos cumpliendo en estos días en este entrañable Perú. Pero se comprende que esta cita no puede ser de otra forma que mediante el prodigio de las nuevas tecnologías.

En otros encuentros he explicado los pequeños detalles que me fueron vinculando al Perú de manera irreversible. Cuando me anunciaron la decisión de ser destinado a este país, me sobrevino el recuerdo de la hora del desayuno en mi casa de la ciudad natal de Camagüey. Todo empezó por allí. Se colocaba al centro de la mesa una vasija, que hacía función de azucarera y tenía en el exterior de su pared cilíndrica sendas reproducciones panorámicas a color de sitios históricos de las grandes culturas indoamericanas: aztecas, mayas e incas. De los incas aparecía la foto icónica y comercial de Machu Pichu, y debajo una frase lapidaria: “la fortaleza incaica que los españoles no llegaron a descubrir”. Era suficiente para que mis fantasías juveniles se transformaran en obsesiones de adulto. Lejos estaba entonces de adivinar que llegaría el momento de viajar aquí, compartir con los herederos de las singulares culturas que pueblan este territorio serrano, costeño y selvático, tratar de desentrañar sus enigmas y contribuir con las fuerzas a mi alcance a la consolidación de los lazos tejidos con nuestro país.

En nuestras maletas trajimos estas sanas ambiciones y la implacable curiosidad, vicio profesional, de conocer de lo que hubo entonces, antes y podría ocurrir después en el Perú magnético, real maravilloso garcíamarquiano y real mágico carpenteriano. Quisimos visitar los sitios y sus actores, los precedentes y los actuales. Así, estuvimos en el Sur, Cusco y Puno. Estuve en la plaza central del ombligo del mundo y sentí el aura de  José Gabriel Condorcanqui y Micaela Bastidas. Me asomé al Titicaca. Subimos a Machu Picchu. Nos desplazamos por el fascinante Amazonas y sobrevolamos – siempre con abrumadora sensación de la insignificancia de nuestras vidas—los Andes eternos. Estuvimos en Piura, con la primera de las 5 brigadas médica que contribuyeron a paliar dificultades que los peruanos tuvieron que enfrentar en diferentes momentos. Luego vinieron otras 4 que se repartieron entre Moquegua, Arequipa, Ayacucho y Ancash, para luchar contra la covid-19. Los de esta última región reeditaron, 50 años después, el episodio loable de la ayuda que otros compatriotas cubanos brindaron en medio de uno de los mayores desastres del país, el terremoto del 70. Estuve en la Sierra, en el Huánuco de Leoncio Prado, héroe en el Perú y héroe en Cuba, en Tingo María y en la "república" de Arequipa.

Nos llevamos el recuerdo limpio de hermanos que se nos fueron en medio de la pandemia. Quedamos comprometidos con ellos. Digo como Silvio: “quiero que me perdonen los muertos de mi felicidad”.

Por supuesto me preguntan por la gastronomía peruana, cómo la valoro. La verdad es que prefiero no entrar en esas disquisiciones; solo disfrutar los increíbles platos. Pero sí; sepan que, como isleño, como mortal rodeado de aguas marinas y fan de los mariscos, prefiero el ceviche, lo mismo el que se escribe con “v” como el que se escribe con “b”.

Regreso a Cuba con una mezcla apretujada de alegría y tristeza. He vivido momentos inolvidables y tenido infinidad de emociones. Pero en el trance de nombrar lo más significativo debo mencionar nuestra visita a la localidad de San Pablo, a orillas del Amazonas, cuyos moradores erigieron una escultura a tamaño natural del Che Guevara. Allí pudimos vivir los pasajes de Diarios de Motocicleta, el célebre largometraje de Walter Selles, que recrea la estancia del Che en el leprosorio que pudimos visitar y donde saludamos a los enfermos y sus generosas monjas protectoras. Allí el Che cumplió 24 años y pronunció este alegato por la unidad latinoamericana. Dijo:

“Constituimos una sola raza mestiza que desde México hasta el estrecho de Magallanes presenta notables similitudes etnográficas. Por eso, tratando de quitarme toda carga de provincianismo exiguo, brindo por Perú y por América Latina”. Fue el año 1952, uno antes del Asalto al Moncada.

No dejo de mencionar la extraordinaria influencia que el Perú ejerció en el Che.

Y el otro momento fue a fines de noviembre del 2016, la partida de Fidel y los días de sepelio que siguieron. El 25 por la noche Marlene y yo habíamos regresado de Arequipa, cuando Eloy, el coordinador del grupo de colaboradores del deporte, me llamó para ponerme al corriente de la noticia que ya estaba dando la vuelta al mundo. Al otro día, debía realizarse el Balance de la Solidaridad en el anfiteatro Juan González Pacheco de la antigua Embajada. Juan González Pacheco, otro cubano luchador por el Perú. La noticia era sobrecogedora; pero lo que siguió después, la interminable fila de hombres y mujeres humildes de este pueblo, jóvenes y viejos, trabajadores, estudiantes, veteranos de luchas sociales, que rindió sentido homenaje a nuestro líder en su despedida me queda como un pasaje grabado en bronce en mi memoria. Tengo la foto mental del frontis del inmueble de Coronel Portillo, opacado por tantas ofrendas florales y transitado por infinidad de gente curtida y bisoños que entraban y salían. Muchos de ustedes estuvieron en esos días acompañándonos.

Les agradezco a todos esta deferencia. En particular, agradezco a la Coordinadora de Amigos de Cuba, a la Coordinadora de Solidaridad, sus directivos, siempre cercanos, leales, identificados hasta el último átomo con nuestras posiciones; a las combativas y omnipresentes casas de la amistad en todas las regiones; a la Asociación de Peruanos Graduados en Cuba, por su apoyo invariable. No faltaron en ninguna de las ocasiones de desastre. Nuestros compatriotas de la profesión ayudaban a los necesitados y ellos ayudaron a los que ayudaban. A la Asociación de Cubanos Residentes Raíces Mambisas. A Solicuba. A los partidos de amigos, siempre dispuestos a escuchar nuestras razones y entendernos, aunque no siempre las compartieran. A los congresistas de Frente Amplio, Nuevo Perú, Perú Libre y Juntos por el Perú, así como los de bancadas de centro y derecha que dieron sus firmas en sucesivas declaraciones de apoyo a la lucha de Cuba por su soberanía, contra el bloqueo económico de los EEUU y por la devolución de la Base Naval de Guantánamo, e integraron las Ligas Parlamentarias de Amistad. Saludos y felicitaciones a Silvana, como presidenta de la actual liga. A la Casa Mariátegui y al Movimiento Social Hugo Pesce. Al movimiento Alfa y Omega. A los imprescindibles activistas sociales, organizaciones políticas y simpatizantes de la causa revolucionaria. A los intelectuales y artistas que desde sus obras y acciones contribuyeron a la liberación de los 5 héroes cubanos y luego recibieron a Fernando y Gerardo. A la Red de Redes en Defensa de la Humanidad. A mis hermanos Marcela, Vivian y Carlos, representantes de la diplomacia revolucionaria, de la diplomacia de nuevo tipo, de la diplomacia al servicio de los pueblos heroicos de Nicaragua, Venezuela y Bolivia. A todos los que han sentido como propia, como decía el Che, cualquier injusticia cometida en cualquier parte del mundo.

En nombre de Marlene y mío, debo admitir que quedo en deuda con todos. Sobre todo por la reafirmación de nuestra vocación latinoamericanista y antimperialista. Se los debemos. Hoy nos arde todavía más, si cabe, la pasión libertaria y de justicia, el anhelo de la definitiva independencia de la América Latina y de la emancipación de los hombres. Viva el Perú. Viva Cuba. Viva la Patria Grande. Los abrazo.

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Solidaridad
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