Revolución bien plantada en la tierra de nuestros amores

Aunque mi abuelo medía 1,80, poseía la complexión nervuda de aquellos isleños radicados en la Isla, jamás desprendía del cinto su paraguayo y plantaba una cólera aquiliana, nada pudo hacer cuando los guardias rurales lo desalojaron, con la familia toda, del bohío montado en unas tierras que, presuntamente, le pertenecían a algún latifundista.

El hombre, su esposa, mi madre y el resto de los hermanos vieron cómo aquellos soldados, por mandato de algún político, los echaban a la guardarraya, a merced de la intemperie y el hambre.

Así era entonces, en la república neocolonial, cuando los pobres no contaban para nada en las cuentas sacadas por personajillos corruptos de una república corrupta dominada, de San Antonio a Maisí, por Washington, sus compañías agrícolas e industriales, su banca y hasta por su crimen organizado, que hallaba en la Isla uno de sus espacios más redituables.

Una parte tan notoria como inolvidable de esos jóvenes rebelados contra un orden de cosas excluyente y atrozmente polarizado entre ricos y miserables murió en las instituciones represoras de la tiranía. A las pocas horas de la ignominia dejaban los cadáveres de estos muchachos, repletos sus cuerpos de horrendas torturas, en callejones, zanjas, descampados, el mar…

En esa Cuba cercenada y dependiente, los negros, homosexuales, discapacitados…., recibían el desprecio o el rechazo institucionalizado.

La mujer que podía trabajar solo recibía el 20 % del salario del hombre.

Ninguna familia no solvente podría imaginar siquiera que sus hijos alcanzasen estudios superiores.

Conceptos como decoro, inclusión o unidad representaban entelequias imposibles de concretar, o acaso sospechar, en medio de un sistema anulador y reacio a la superación del ser humano, en cualquier plano.

Esa era la Cuba próspera, exitosa y alegre que ahora re-imaginan revisionistas históricos, quienes sueñan con volver al redil yanqui; a ser una nación con dueño, desprovista de dignidad e historia.

Esa es la Cuba con la cual sueñan quienes les hacen el juego a los criminales que asfixian, cada día más, a nuestro pueblo, a través de medidas irracionales, extremas, nunca aplicadas contra nación alguna en la historia de la humanidad.

Esa es la Cuba con que sueñan quienes le hacen el juego a Marco Rubio, a Mauricio Claver  Carone, a Donald Trump; a los «cubanos» miembros del Congreso; a esos medios de Miami que, pese a vivir en gran medida de la industria cultural cubana, le hacen la guerra, junto a los políticos, a todo artista que establezca un mínimo pronunciamiento a favor de nuestro Gobierno.

Pero de ese sueño seguirán sin despertar, porque aquí estamos plantados, 61 años después que venció la razón contra la humillación. Porque aquí seguiremos plantados, pues no hay medida enemiga que pueda lograr algo cuando se trata de defender a la Patria, a la familia, a las personas que caminan a tu lado y ayudaron a construir un proceso social inigualable en el mundo.

Inigualable, sí; no obstante los lógicos errores humanos cometidos en el camino, las carencias provocadas por tanto asedio inhumano continuado, las cosas de las que debimos prescindir en nuestras vidas por tanta tozudez imperialista.

Estamos en 2020, un año de más necesidad de amor hacia nuestra tierra, 12 meses que requerirán de sensibilidad y comprensión, de esfuerzo continuado, de inventiva y alternativa. De ternura infinita por la causa, la obra y la posibilidad de un mañana mejor, siempre desde la premisa de ser independientes y libres.

Mas con fe y pasión, con coraje y denuedo, con la realización de lo correcto en el lugar que a cada uno nos toca, vamos a superar cualquier escollo. Llevamos 61 años sobre el mismo escenario y seguimos plantados, porque nos defiende la verdad, la raíz y el cariño eterno a nuestro suelo y a nuestra Revolución.

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