Cuando el Gobierno de Estados Unidos ignoró olímpicamente la consideración de las Naciones Unidas –más bien de su Consejo de Seguridad, para asuntos tan serios como la guerra–, y lanzó sobre Yugoslavia la más letal expresión de su arrogancia imperial, además de arrasar y «partir en pedazos» un Estado soberano que entorpecía sus intereses geopolíticos, anunciaba que a su prepotencia le importaba un bledo el consenso global.
Señor Presidente,
Cuba ha abogado y trabajado siempre por un Consejo de Derechos Humanos capaz de enfrentar los complejos retos que tiene la comunidad internacional en esta materia, de los que ningún país está exento.
Defendemos la objetividad, imparcialidad y transparencia en las labores de ese órgano, y que sus procedimientos y mecanismos trabajen sobre la base de información veraz y contrastada.