Por: Stella Calloni. Hay momentos en que la palabra no alcanza, no contiene, no hace falta, porque el silencio grita, aúlla, acompaña y entibia. Momentos en que los sentires se hacen música y poesía y canto, en que la austeridad ante el dolor, no es menos dolor, sino la respuesta digna ante quien te enseñó que la vida sólo es viva en dignidad. Ha transcurrido casi un mes, que puede ser un día o un siglo y aún sigue ante mis ojos la visión de un pueblo, una multitud, un océano de voces, que te nombran Fidel, dicen y el eco va y viene en oleadas. Imposible describir el apretado aliento de esa multitud, la humedad salada de esas miles de voces, que nos están diciendo que te has multiplicado como los panes, que te has repartido en los otros, lo que sólo puede suceder cuando el amor es tan intenso que yéndote, regresas y de repente has dejado de ser ese hombre tan alto y tan fuerte para ser esos millones a los que te has entregado en cada acto de tu vida.