Palomas en el corazón de Cuba

SANTIAGO DE CUBA.— Hace un año que el corazón de Cuba está en Santiago, y late junto al monolito que desde el 4 de diciembre de 2016 atesora las cenizas del Comandante eterno de los cubanos, Fidel Castro Ruz, en el cementerio patrimonial de Santa Ifigenia
Desde allí Fidel es luz y ejemplo; desde aquel pedacito de tierra recibe cotidianamente la eterna reverencia de cubanos y extranjeros: una lágrima, una reflexión, un compromiso, una flor… y hasta allí lo alcanza el halo mítico que le acompañó durante toda su vida
Lo atestiguan quienes custodian sus restos y cuentan que unas palomas resguardan hoy su sepulcro. Quien visite la necrópolis santiaguera en una tarde tranquila o temprano en la mañana, con suerte, puede comprobarlo.
Al menos dos veces, cuentan los asiduos, cuando el sol se oculta en el horizonte, se ha visto alguna de estas aves posada sobre la piedra, o sobre el césped que la circunda. Unos dicen que la cuidan, para otros es un símbolo de paz que evoca aquellas otras dos ocasiones anteriores en que hubo palomas sobre los hombros del eterno Comandante en Jefe de los cubanos
La primera vez fue en el campamento militar de Columbia, el 8 de enero de 1959. Entre gritos y alegría desbordada, La Habana recibía a los barbudos y veía al líder guerrillero transformarse en mito. Palomas habían sido entrenadas para saludar con su vuelo a la caravana, pero al soltarlas se dispersaron.
Fue entonces cuando una paloma blanca emergió de entre la multitud, y se posó sobre el hombro izquierdo del jefe guerrillero, consagrando para la historia aquel momento en que Camilo Cienfuegos le ratificaba que valía el camino escogido: «¡Vas bien, Fidel!».
A 30 años de aquel suceso, en el mismo lugar, otro 8 de enero, pero de 1989, volvió a suceder: una paloma se posó en hombros del Comandante en Jefe, mientras pronunciaba el discurso por el trigésimo aniversario de su entrada a La Habana.
Protagonistas de la cotidianidad de Santa Ifigenia son enfáticos: los tórtolos volverán trayendo consigo el fruto de su amor, ese que cultivaron a los pies del altar de la Patria, con la complicidad de Fidel, hombre de amor y de palomas.

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