A 10 años del terrible terremoto en Haití, revivo las historias de la Brigada Médica cubana, que desde mucho antes brindaba sus servicios solidarios en esa pequeña nación caribeña. Ya habían llegado sus primeros miembros tras el paso del huracán George en 1998, y desde entonces han permanecido hasta en las más recónditas llanuras bañadas por el Altibonite, hasta la mayor altura de las montañas de Jackmel.
El terremoto de aquella tarde fatídica de enero de 2010 que causó más de doscientas mil muertes y cientos de miles de heridos y desplazados, sorprendió a los médicos en plena faena. Entre el dolor y la angustia que provocó tal devastación los integrantes de la BMC fueron los primeros en asistir a las víctimas sobrevivientes, incluso en hospitales improvisados, ya que varias de las instalaciones fueron destruidas.
Aún sin recuperarse del dolor y de la pérdida, sobre el pueblo haitiano cayó el azote de la epidemia de cólera, y nuestros profesionales siguieron allí, donde hizo falta. Sobre telas verdes se bordó una hazaña sin par, propia de heraldos de la salud y la vida, vencedores del dolor y de la muerte.
Hoy siguen allí, en aquella tierra pequeña de tamaña historia, a pesar de las campañas difamatorias orquestadas por el gobierno de los Estados Unidos para desacreditar a la colaboración médica, humanista, solidaria, desinteresada.