72 AGNU: Palabras de Representante Permanente Alterna Embajadora Ana Silvia Rodríguez Abascal en la Velada Político-Cultural en recordación del Comandante en Jefe de la Revolución cubana Fidel Castro Ruz. Nueva York, 28 de noviembre de 2017.

Estimadas compañeras y compañeros

En nombre del pueblo de Cuba, de nuestro gobierno trasladamos el sentido agradecimiento por su asistencia a esta velada conmemorativa dedicada a homenajear la vida y obra del Comandante en Jefe de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz.

Fidel Castro o Fidel, como sencillamente le llamamos los cubanos, fue un hombre que nunca miró de qué lado se vivía mejor, sino de qué lado estaba el deber. Tuvo una profunda vocación humanista, una sólida formación cristiana, una sólida formación marxista, y una sólida formación revolucionaria universal.

Los cubanos despedimos hace un año físicamente a Fidel como se despide a un padre, a un hermano a un amigo. Fue nuestro compañero en la primera línea de la trinchera, en el calor de las fábricas, en los cañaverales, en las universidades, en los hospitales, en las escuelas, en los eventos deportivos, en el enfrentamiento a los eventos climatológicos. Los cubanos vimos partir  a un Fidel invicto, que no hizo concesión alguna de principios, que no se doblegó nunca, a un luchador incansable en contra del imperialismo, que denunció cada acto vil e injerencista en cualquier parte del mundo. Nosotros, las nuevas y futuras generaciones de cubanos, somos de la misma estirpe.

Fidel fue un generador de conciencia política con clara vocación pedagógica, nada en el mundo le era ajeno y toda injusticia debía ser combatida.

Su alto sentido patriótico y de justicia social, lo condujo a encabezar un movimiento en contra de una de las más cruentas tiranías sufridas por Cuba, que se prolongó desde el 10 de marzo de 1952 al 31 de diciembre de 1958, la cual no solo derramó la sangre de los mejores hijos de la Nación, sino que mantuvo una política entreguista que conculcó la soberanía nacional y profundizó la dominación económica extranjera en Cuba. Con la llegada de las primeras luces del 1ero de enero de 1959, una revolución socialista y democrática de los humildes, con los humildes y para los humildes triunfó, con un Fidel a la cabeza que sin renunciar a su traje guerrillero y a su barba de las montañas de la Sierra Maestra, entendió lo que comprenden los hombres imprescindibles: que hay que luchar toda la vida.

Con la Revolución los cubanos fuimos dueños por primera vez de nuestro destino. La reforma agraria proscribió el latifundio y devolvió la tierra a quien la trabajaba. Cuba se declaró territorio libre de analfabetismo; se garantizó, de manera gratuita, el derecho a la salud, el derecho a la educación a todos los niveles. El desarrollo científico del país alcanzó niveles que en muchos casos están a la par de los países desarrollados. La esperanza de vida es de 78,45 años, tenemos una tasa de mortalidad infantil por debajo de cinco por cada mil nacidos vivos, lo que nos coloca entre los primeros países del mundo en este renglón. En Cuba no hay desapariciones forzosas o públicas;  no se asesinan periodistas,  no hay mafias organizadas, ni tráfico de drogas, ni desahucios. No hay que pagar para que te realicen un trasplante, ni te coloquen una prótesis, o para obtener un título universitario, para aprender a tocar un instrumento musical o ser campeón olímpico. Contamos con un sistema político basado en la democracia directa, donde el pueblo participa y decide a todos los niveles, ejemplo de ellos fueron las elecciones municipales celebradas el pasado domingo donde7 millones 608 mil 404 personas ejercieron su derecho al voto (85,94%, según datos preliminares).  Esto es solo una muestra de lo que hemos alcanzado y construido los cubanos con la guía de Fidel. Muchos más serían nuestros logros si no hubiéramos tenido la amenaza constante al derecho de la Revolución a existir y el férreo bloqueo impuesto por más de 50 años.

Fidel Castro articuló de manera armónica el pensamiento de Simón Bolívar, de José Martí y de Carlos Marx, lo que le dio a la Revolución Cubana una proyección de universalidad. Su obra lo  convirtió en un símbolo de la lucha anticolonialista, antiapartheid y antimperialista, por la emancipación y la dignidad plena de los pueblos.

Sostuvo con meridiana claridad que las causas fundamentales de los actuales conflictos están en la pobreza y el subdesarrollo que prevalecen en la inmensa mayoría de los países, y en la desigual distribución de las riquezas y los conocimientos que impera en el mundo. Denunció el actual orden económico internacional como injusto por naturaleza, devenido de la conquista, la colonización, la esclavización y el saqueo de la mayor parte de la Tierra por las potencias coloniales, el surgimiento del imperialismo y las guerras sangrientas por nuevos repartos del mundo.

Las luchas contra la opresión racial en África tuvieron en Fidel la máxima expresión del internacionalismo, como defensor de los derechos del hombre. La Cuba revolucionaria, la Cuba de principios, la Cuba de Fidel, no podía permanecer impasible frente a las apetencias coloniales en África, viendo como la filosofía del despojo y el racismo más brutal se entronizaba y tomaba forma bajo el nombre del Apartheid. Y a África fuimos, a saldar nuestra deuda con el continente y a honrar el principio de internacionalismo. De África regresamos solo con nuestros muertos y con el orgullo del deber cumplido.

Compañeros y compañeras:

Cuando se nace en una isla y se tiene un gigante de la talla de Fidel, uno se siente como bendecido. Cuando el mar no es frontera que impida hacer de otros lo que crees tuyo, reconoces la grandeza de la obra de Fidel, de la Revolución cubana.

Frente a los más de 600 intentos por eliminarlo físicamente, frente a las campañas mediáticas que se levantaron para difamarlo, en condiciones de lucha desigual frente a la nación más poderosa que ha existido, Fidel se marcha con su chaleco moral intacto. Su arma más eficaz: la convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad.

No hubo tareas imposibles para Fidel porque su confianza en la capacidad del hombre de ser mejor y de ser bueno fue infinita. Su inamovible confianza en la victoria fue premiada con la victoria misma.

Los cubanos y todos los revolucionarios del mundo tenemos por faro el ejemplo de Fidel Castro, quien demostró, en palabras de nuestro presidente del Consejo de Estados y de Ministros, “que sí se pudo, sí se puede y si se podrá superar cualquier obstáculo, amenaza o turbulencia en nuestro firme empeño de construir el socialismo en Cuba, o lo que es lo mismo,  ¡Garantizar la independencia y la soberanía de la patria!”

Un 25 de noviembre de 1956, Fidel partió junto a Raúl Castro, Camilo Cienfuegos, Ernesto Guevara y otros 78 expedicionarios, hacia Cuba desde el puerto mexicano de Tuxpan a bordo del yate “Granma”, con la intención de reiniciar la lucha armada en las montañas de la Sierra Maestra. Como si no quisiera dejarlo al azar,  el guerrillero decidió partir un 25 de noviembre de 2016, 61 años después hacia la inmortalidad.

Hoy no estamos aquí para llorar su muerte, estamos aquí para celebrar su vida, estamos aquí para reiterar nuestro firme compromiso con el Comandante de no dejar que su ejemplo y sus ideas mueran.

Estamos aquí para reafirmar que la Revolución Cubana seguirá su marcha indetenible, con confianza y optimismo y con el apoyo desinteresado e inigualable de todos ustedes.

Muchas gracias.

Misión Permanente de Cuba ante las Naciones Unidas.