A 40 años de la crisis migratoria del Mariel y del fin de la administración Carter (Primera parte)

Por Elier Ramírez Cañedo, académico cubano, doctor en Ciencias Históricas

Desde finales de 1979 hasta inicios de 1980, Estados Unidos continuó implementando su indiscriminada política de estimular las salidas ilegales de Cuba y recibir como héroes a los que cometían ese tipo de acciones, al tiempo que negaba cada vez más las visas a los cubanos que deseaban salir del país legalmente. Washington había recibido supuestamente con “beneplácito” los acuerdos rubricados entre el gobierno cubano y representativos de la comunidad cubana en el exterior, como resultado del diálogo sostenido entre ambas partes en La Habana en noviembre y diciembre de 1978. Sin embargo, la burocracia del gobierno de los Estados Unidos, a la hora de autorizar la entrada al país a los presos contrarrevolucionarios liberados en la Isla, se hacía sentir en toda su expresión. Washington se había comprometido a sacar legalmente del país y trasladar mensualmente hacia su territorio, a 400 de estos reclusos puestos en libertad, pero de enero a julio de 1979, su tope había sido solamente de 60 al mes. Además, el gobierno estadounidense había demostrado su reticencia a recibir en Estados Unidos a los ex reclusos que deseaban emigrar junto a sus familiares y cuyas listas el gobierno de Cuba había entregado a las autoridades del país del norte.

En mayo de 1979, tanto Robert A. Pastor, asistente para América Latina del Consejo de Seguridad Nacional, como Zbinew Brzezinski, asesor para Asuntos de Seguridad Nacional del presidente estadounidense James Carter (1977-1981) habían expresado su mayúscula preocupación en cuanto a las trabas burocráticas del Departamento de Justicia y el Departamento de Estado de los Estados Unidos, ante la decisión tomada por Fidel Castro de acelerar la excarcelación de los presos según lo acordado por el gobierno cubano con los representativos de la comunidad cubana, y con la intención de hacerlo antes de la celebración en La Habana de la Cumbre de los No Alineados, programada para el mes de agosto de ese año.

“Hemos pifiado en el asunto de los presos desde el principio. Hemos permitido que Castro haga que la victoria de Carter parezca un triunfo de Castro y un fracaso de Carter”, expresó Pastor a Brzezinski. A su vez, Brzezinski recomendó a Carter que dirigiera un mensaje al Departamento de Justicia y al de Estado instándolos a hacer “más expedito el procesamiento” de los reclusos excarcelados en la Isla y que se reuniera con “un pequeño grupo de ex reclusos, líderes de la comunidad cubano-americana, y algunos líderes de organizaciones de derechos humanos” a fin de esclarecer la intención del gobierno de los Estados Unidos de aceptar a todos los presos políticos que Fidel tenía intención de poner en libertad, pues ello le daría la posibilidad de hacer una pequeña declaración que colocaría a Estados Unidos en el lado correcto de ese asunto.

Sin embargo, la burocracia estadounidense continuó imponiéndose.

Esta situación fue creando poco a poco una situación cada vez más cercana a una crisis migratoria entre Estados Unidos y Cuba. En octubre de 1979, las cosas comenzaron a irse de lo normal cuando algunos antisociales secuestraron un barco, el GH-41, y lo forzaron a ir a la Florida. Al llegar a su destino, las autoridades estadounidenses nada hicieron con los secuestradores, más allá de darle asentamiento en el país. Ninguno de ellos fue condenado o arrestado, y ni siquiera se investigó el hecho.

Cuba pasó de inmediato, a través de su Oficina de Intereses en Washington, una nota de protesta al gobierno estadounidense insistiendo en que era necesario que el gobierno de los Estados Unidos reafirmara su intención de hacer cumplir la ley respecto a los secuestros, pues de otra manera Cuba se vería precisada a reconsiderar el acuerdo de Piratería Aérea y Marítima firmado entre ambos países. La nota cubana no fue respondida por el gobierno estadounidense.

Cuatro secuestros más se produjeron luego del ocurrido en octubre de 1979. Dos de ellos fueron altamente peligrosos. El 16 de febrero de 1980 16 individuos, casi todos armados, tomaron Lissette, embarcación comercial de Liberia, y la obligaron a ir a la Florida. Lo mismo hicieron 4 individuos armados con cuchillos y pistolas el 25 de febrero del mismo año con el bote de pesca Lucero.

Nuevamente, ningún proceso investigativo en torno a los hechos se hizo y ninguno de los secuestradores fue condenado. A todos los secuestradores se les dio asentamiento en el país. Luego de cada secuestro ocurrido, se produjo una nota de protesta de Cuba, pero ninguna de ellas fue respondida.

Ante esta situación de inminente peligro para la seguridad de Cuba y para la política migratoria legal y regulada, el gobierno de la Isla advirtió en varias oportunidades a Washington que tomara las medidas pertinentes y cambiara su política de estimular la emigración ilegal y de recibir a los secuestradores de embarcaciones como héroes, pues de lo contrario, el gobierno cubano se vería obligado a reeditar la experiencia de Camarioca. Mas el gobierno de Washington siguió dilatando sus acciones y sin responder las advertencias cubanas.

También Cuba, con extrema paciencia, venía soportando desde 1979 los hechos irregulares ocurridos en las sedes diplomáticas de Venezuela y Perú, al penetrar en ellas por la fuerza elementos antisociales en busca de un supuesto “asilo político” y ser recibidos como héroes, al tiempo que, paradójicamente, se les negaban las visas cuando las solicitaban normal y pacíficamente.

El 8 de marzo de 1980, en la clausura del III Congreso de la Federación de Mujeres Cubana, efectuado en el teatro “Carlos Marx”, el máximo líder de la Revolución Cubana advirtió de los peligros que estaba generando el tratamiento estadounidense al tema migratorio:

“…, estimulan las salidas ilegales del país, los secuestros de embarcaciones, poco menos que recibiendo como héroes al que secuestre una embarcación. Y se han dado casos, se han dado casos. Nosotros les hemos protestado y le hemos advertido; porque ya la otra vez alguna gente se ahogó en el camino, y nosotros le dijimos: “Nosotros no tenemos la culpa, porque no somos nosotros los que pusimos las restricciones”. Les hemos pedido, les hemos exigido que tomen medidas y que desalienten ese tipo de actividades, porque ya se sabe todas las consecuencias que esto tiene.

"Así empezaron con los secuestros de aviones, y después no había quien para el chorro de aviones norteamericanos aterrizando aquí, secuestrados allá en Estados Unidos; porque, si en todas partes hay locos, allá hay muchos más locos que aquí. Había veces que se reunían tres aviones norteamericanos aquí. Entonces, después, pienso que no tendrán moral ninguna para exigir que nosotros tomemos medidas –como lo estamos haciendo- contra los secuestradores aviones, si ellos no toman medidas contra los secuestradores de barcos.

"Esperamos, igualmente, que adopten medidas para no estimular las salidas ilegales del país; porque nosotros entonces podríamos también tomar nuestras medidas. Ya una vez lo hicimos; porque no vamos a estar tomando nosotros medidas contra los que pretenden salir ilegalmente del país, y ellos estimulando la salida ilegal del país. Ya una vez nos vimos obligados a tomar medidas en ese sentido. También se lo hemos advertido, porque ya en una ocasión tuvimos que abrir el puerto de Camarioca. Y nos parece una prueba de la falta de madurez del Gobierno de Estados Unidos volver a crear situaciones similares; (…)”.

Los sucesos de la embajada del Perú desatan la crisis migratoria

La irracional política migratoria estadounidense hacia Cuba y la poca preocupación del gobierno estadounidense en torno a los hechos ocurridos, como se palpó en la no respuesta a las notas de advertencia de la Isla, espolearon a que, el 1ro de abril de 1980, penetrara por la fuerza en la embajada del Perú en La Habana un grupo de elementos antisociales que habían secuestrado un ómnibus, ocasionando en la arremetida la muerte al custodio cubano Pedro Ortiz Cabrera. Ello condujo a una declaración del gobierno cubano el 4 de abril, en la cual se explicaba que, la actitud de las embajadas de Venezuela y Perú, al “acoger en sus sedes a tales violadores de la inmunidad diplomática en lugar de rechazar semejante práctica”, era riesgosa para la propia seguridad de los funcionarios diplomáticos y estimulaba los actos de violencia contra otras sedes diplomáticas en Cuba. A su vez, de forma perentoria la declaración advirtió que ningún individuo que penetrara por la fuerza en una embajada extranjera, recibiría salvoconducto para salir del país. La declaración también hizo énfasis en que en ninguna ocasión los elementos que habían penetrado por la fuerza en las embajadas habían estado implicados en problemas políticos, por lo que no tenían necesidad de asilo diplomático.

Como consecuencia de los hechos, y ante la tolerancia del gobierno peruano, el gobierno de Cuba decidió retirar la custodia de dicha sede diplomática. Como era de esperarse, a las pocas horas el recinto estaba copado en su mayor parte por lumpens, delincuentes y vagos. La campaña mediática estadounidense contra Cuba no se hizo esperar. El presidente estadounidense Jimmy Carter lanzó toda una ráfaga de críticas infundadas contra la Isla y el 14 de abril firmó una autorización para admitir a 3 500 de los individuos que se encontraban en la embajada del Perú.

Paralelamente a esto, Washington fijó para el 8 de mayo la realización de ejercicios militares en el Caribe, bajo el nombre de maniobra “Solid Shield 80”, en la que participarían 20 000 efectivos, 42 buques de guerra y 350 aviones de combate. Como parte de esta maniobra se pensaba desarrollar un desembarco aéreo y naval en la Base Naval de Guantánamo de magnitudes considerables. Incluso, aviones B-52 estudiarían el minado de mares y puertos cubanos.

Además, por esos días Estados Unidos realizó la instalación en Costa Rica y Honduras de varias bases de control electrónico para ejercer una amplia vigilancia aérea en la zona centroamericana.

Asimismo, comenzaron también maniobras turbias en relación con el traslado de los acampados en la embajada del Perú. Mientras que Cuba deseaba que se condujeran directamente a los países que se habían ofrecido para acogerlos, se desarrolló un plan de congregarlos en campamentos de Costa Rica y de allí distribuirlos a otros países. Cuba interpretó este método como una provocación más. En primer lugar, porque no se había contado con Cuba. En segundo lugar, porque era muy obvio lo que había detrás de esta maniobra: al crear campamentos de refugiados en Costa Rica, se prolongaba el “show” y, por lo tanto, se podía seguir explotando la situación propagandísticamente. En tercer lugar, porque Cuba sabía que, en realidad, la inmensa mayoría de los individuos que se encontraban en la embajada del Perú quería trasladarse a los Estados Unidos, pues allí tenían familiares o relaciones.

El 19 de abril de 1980 el pueblo de Ciudad de la Habana desfiló ante la embajada del Perú para mostrar su apoyo a la Revolución y pulverizar la campaña de improperios difundida por los medios masivos del enemigo a 90 millas y sus aliados, que trataba de mostrar que Cuba estaba llena de perseguidos políticos, disidentes e inconformes con el sistema y el gobierno de la Isla.

En relación con la maniobra de crear campamentos de refugiados en Costa Rica, surgió una solución espontánea por iniciativa de la comunidad cubana en los Estados Unidos y que contó con la anuencia del gobierno cubano: empezaron a llegar pequeñas, medianas y hasta grandes embarcaciones al puerto del Mariel a recoger a las personas que deseaban emigrar a los Estados Unidos.

Entonces, en un editorial del periódico Granma el 21 de abril de 1980, se hizo pública la decisión del gobierno cubano de que, las embarcaciones que desde los Estados Unidos llegaran a la Isla a recoger a los que deseaban emigrar hacia ese país, no serían detenidas. De este modo, el puerto del Mariel quedó libre a la emigración. Inmediatamente el Departamento de Estado de los Estados Unidos realizó virulentas declaraciones contra esos viajes y amenazó con arrestar, confiscar e imponer multas a embarcaciones y patrones que participaran en la flotilla.

Ante el enredo fugaz de la madeja, diversos funcionarios de la administración Carter se reunieron con representantes de la comunidad cubana en los Estados Unidos para que suspendieran estos viajes y se respetaran las leyes, al tiempo que procedían a una revisión de las leyes de inmigración de los Estados Unidos.

La apertura del Mariel colocó a Washington en una situación sumamente difícil, pues era obvio que la población norteamericana en general no tenía grandes simpatías o deseos de acoger este nuevo influjo de inmigrantes en un momento difícil de su economía. También, porque los inmigrantes legales e ilegales de otros países, particularmente, refugiados haitianos, comenzaron a protestar por la discriminación en contra de ellos. En buena lógica, si se aceptaba un número indeterminado de cubanos que querían ir a vivir a los Estados Unidos, ¿por qué no se aceptaba igualmente un número indeterminado de haitianos que también quería ir a vivir a los Estados Unidos? o ¿por qué no regularizar la situación de los cientos de miles de dominicanos que se encontraban indocumentados en los Estados Unidos en esos momentos, viviendo en azarosas circunstancias? Todo esto tampoco era conveniente a los Estados Unidos cuando existían miles de ciudadanos norteamericanos de los sectores más oprimidos de la población (negros, chicanos, puertorriqueños), que estaban padeciendo los azotes de la situación económica y cuando era visible el deterioro del nivel de vida de grandes sectores de la población, aún los de la clase media.

El 1ro de mayo de 1980, se produjo la mayor concentración popular en 21 años de Revolución. En ella, Fidel hizo un análisis de los hechos acontecidos y condenó toda la campaña propagandística urdida contra Cuba por los medios de difusión estadounidenses y la prensa derechista del hemisferio. Además, el líder de la Revolución Cubana dio a conocer que el gobierno norteamericano había decidido suspender las maniobras militares proyectadas en Guantánamo, por lo que el gobierno cubano cancelaba las maniobras especiales que, con el nombre de Girón-XIX, estaban previstas comenzaran el 7 de mayo en respuesta a la actitud amenazante de Estados Unidos.

“Pero la marcha del pueblo combatiente va, -exclamó Fidel refiriéndose a la marcha del pueblo cubano frente a la Oficina de Intereses de los Estados Unidos planificada para el 17 de mayo-,…, porque la marcha no era sólo contra las maniobras, sino también contra el bloqueo, contra la base Naval de Guantánamo, y contra los vuelos espías de los SR-71, y hay que evitar que los yanquis pretendan sacar como ventaja que el pueblo se desmovilice en medio de la batalla”.

En su discurso, Fidel también hizo un análisis detallado del curso que había asumido la política de la administración Carter hacia Cuba:

“Porque si en los primeros tiempos de esta administración hubo algunos gestos que se podían considerar positivos, más adelante y progresivamente los elementos más reaccionarios, los llamados halcones dentro del gobierno de Estados Unidos iban imponiendo su línea, y esa línea era cada vez más agresiva contra Cuba”.

Al día siguiente, se produjo un incidente que empeoró aún más la situación de tensión que existía en las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos. Alrededor de 700 individuos, la mayoría ex presos y delincuentes comunes, se congregaron en las afueras de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana para presionar a los norteamericanos a concederles las visas con mayor rapidez para ir a los Estados Unidos. La mayoría de los congregados habían sido citados por la cónsul norteamericana Suzanne Lamanna. Wayne Smith, jefe de la Sección de Intereses de Washington en La Habana, al dirigir unas palabras a la multitud planteó que sólo podrían salir en pequeños grupos y dio a entender que era culpa del gobierno cubano la demora en las salidas. Las palabras de Smith exaltaron aún más los ánimos de la muchedumbre que comenzó a proferir todo tipo de improperios y consignas peyorativas contra la Revolución Cubana y a manifestarse en forma agresiva frente a los vecinos del lugar. Todo terminó en un enfrentamiento violento entre estos individuos y los vecinos, estos últimos respaldados por trabajadores del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP) que se habían trasladado al lugar y de otras empresas y organismos.

Ante la superioridad que alcanzaron rápidamente los representantes revolucionarios del pueblo cubano, funcionarios de la Sección de Intereses abrieron las puertas y penetraron en ella entre 300 y 400 individuos de los iniciadores de la trifulca. Inmediatamente se montó toda una campaña propagandística desde los Estados Unidos tergiversando los hechos ocurridos. Entre las calumnias lanzadas contra Cuba se decía que bandas castristas habían asaltado a pacíficos ciudadanos que solicitaban visas y que la policía cubana había atacado a los expresos. Todo eso se divulgó, cuando en verdad la historia había sido bien distinta. La intervención de la policía y de otras autoridades cubanas impidió que el incidente tomara otras connotaciones, pues la multitud revolucionaria indignada ante lo ocurrido ya se abalanzaba sobre la sede diplomática de Washington, para tratar de sacar de allí a los individuos provocadores.

El 3 de mayo, en editorial de Granma, se detallaron los hechos ocurridos en la Oficina de Intereses de los Estados Unidos y se responsabilizó de los mismos al gobierno estadounidense. Se argumentaba que constituía “una irresponsabilidad y una locura reunir frente a la sede un número elevado de antisociales” cuando se conocía el estado de ánimo de la población a raíz de lo sucedido en la embajada del Perú, y que era una verdadera provocación las falsas y mentirosas afirmaciones de los funcionarios yanquis que planteaban que el gobierno de Cuba tenía la responsabilidad de que los ex reclusos contrarrevolucionarios no hubieran salido del país. “Esa es una mentira cínica –continuaba diciendo la editorial en Granma-. Hace más de un año y medio el Gobierno de Cuba comunicó pública y privadamente al Gobierno de los Estados Unidos que todos los ex reclusos contrarrevolucionarios y sus familiares estaban autorizados a salir del país. Han sido los Estados Unidos los que deliberadamente retrasaron las visas y los viajes de estos elementos, a pesar de sus públicos y solemnes compromisos”.

La posición de Cuba se dio también a conocer a la opinión pública:

“El Gobierno de Cuba está incluso dispuesto a enviar a los ex reclusos contrarrevolucionarios y sus familiares vía Mariel hacia los Estados Unidos. Con relación a los que se alojaron en la sede la solución, sin embargo, tendrá que ser ahora discutida y acordada previamente con Cuba. (…) Se ha creado un nuevo problema, porque la Oficina de Intereses de Estados Unidos no tiene derecho a asilar a nadie en su sede”.

El 6 de mayo, 15 días después de abierto el Mariel el número de inmigrantes cubanos recibidos en Estados Unidos había sobrepasado los 10 000, lo que obligó a Carter decretar el estado de emergencia en distintas zonas de la Florida y autorizar un presupuesto de 10 millones de dólares para la atención de los recién llegados. Unos días antes, el propio Carter había declarado que Estados Unidos continuaría proporcionando el corazón y los brazos abiertos a los que buscan la libertad de la dominación comunista y librarse de las carencias económicas ocasionadas por el gobierno de Fidel Castro.

Ya para el 14 de mayo la cifra de inmigrantes cubanos ascendía a 40 000. Ante esta situación descontrolada para las autoridades norteamericanas, el presidente Carter presentó un programa de cinco puntos que pretendían solucionar el problema. Estos eran:

Primero: establecer un puente aéreo o marítimo tan pronto el gobierno cubano lo aceptara. Todas las personas serían analizadas antes de salir de Cuba. Tendrían preferencia los “prisioneros políticos”, los que tuvieran familiares en Estados Unidos, los que estaban en la embajada peruana y los que habían penetrado en la Sección de Intereses de los Estados Unidos el 2 de mayo.

Segundo: apertura en Miami de una oficina oficial encargada de censar los nombres de los cubanos que sus familiares norteamericanos deseaban que fueran a los Estados Unidos.

Tercero: los servicios de guardacostas se encargarían de comunicar a las embarcaciones que viajaban ilegalmente en dirección a Cuba o desde Cuba hacia los Estados Unidos, y los que se encontraban ya en el Mariel, para informarles que debían regresar sin cubanos a los Estados Unidos. Si esta disposición no se obedecía, las embarcaciones se confiscarían, los tripulantes recibirían altas multas y hasta podían ser condenados a prisión.

Cuarto: se harían gestiones para devolver a todos los “indeseables” que llegaran a Estados Unidos ilegalmente.

Quinto: se continuarían las consultas con países latinoamericanos para tratar de resolver la situación.

Entretanto, el 17 de mayo se produjo otra gran manifestación popular en toda Cuba condenando el bloqueo de los Estados Unidos a Cuba, la posesión de la Base Naval de Guantánamo y la violación del espacio aéreo cubano por aviones espías estadounidenses SR-71.

En respuesta a las medidas delineadas por Carter para solucionar la crisis migratoria, el gobierno cubano condenó el 23 de mayo en el periódico Granma la política selectiva que pretendía aplicar la administración Carter a la hora de trasladar por un puente naval y aéreo a los individuos que desearan emigrar de Cuba hacia los Estados Unidos: “…el gobierno de Estados Unidos quiere “seleccionar”, llevarse personal con alguna calificación si es posible, limpios de antecedentes, excepto que sean antecedentes contrarrevolucionarios y dejarnos el resto de los antisociales aquí”.

La posición cubana también fue fijada:

“La cuestión fundamental no es la forma o la ruta en que viajen los antisociales cubanos a los Estados Unidos. La cuestión de fondo es analizar y suprimir las causas que generan a estos elementos y esta emigración cubana a este país. (…).

¿Por qué quiere Estados Unidos discutir el modo de emigrar desde Cuba hacia Estados Unidos y no las causas profundas que originan el problema?

Estamos dispuestos a discutir y negociar con Estados Unidos nuestros problemas y relaciones globales, pero no problemas aislados y parciales que sólo interesan a ellos y a su estrategia contra Cuba”.

El gobierno de Cuba también hizo énfasis en la nota publicada en Granma en que, a pesar de que Estados Unidos se encontraba en proceso electoral y de que Cuba no estaba en contra de Carter ni a favor de Reagan, eso no iba a influir en la posición de Cuba en relación a la crisis migratoria, con tal de eliminarle un problema a Carter.

“¿Ayudamos ahora a Carter a resolver como le plazca el problema de Mariel que le ha creado la torpe política anterior de Estados Unidos y los propios residentes en ese país, y el de la Oficina de Intereses provocado por los ex reclusos contrarrevolucionarios considerando solo la situación interna en los Estados Unidos? -decía la Editorial en Granma- ¿Y quien garantiza que Carter gane? ¿Y si Carter gana quién garantiza que se pueda confiar en un cambio de política hacia Cuba?

Por otro lado, aunque quisiéramos, ¿cómo podemos cohonestar que Estados Unidos se arrogue la prerrogativa de conceder el derecho de asilo cuando históricamente se negó a firmar la convención correspondiente? ¿Qué pasa si los demás estados capitalistas occidentales hacen lo mismo?

No sentimos ningún pánico o temor con relación a Reagan o cualquier otro. Hemos luchado ya contra seis presidentes yanquis y ninguno nos atemorizó ni podrá atemorizarnos jamás. Por simples consideraciones internas de Estados Unidos no vamos a plegar nuestras banderas, renunciar a nuestras justas demandas: que cese el bloqueo, cese la base y cesen los vuelos espías, ni hacer concesiones en espera de mayor sensatez o mejores tiempos.

Los pueblos que están dispuestos a luchar y a morir no mendigan derechos”.

Notas

[1] Las primeras pláticas entre representativos de la comunidad y el gobierno cubano se celebraron en La Habana los días 20 y 21 de noviembre de 1978 y en ellas estuvieron presentes 75 miembros de la comunidad cubana en los Estados Unidos. Unos días después, el 8 de diciembre, se celebró el segundo momento del diálogo, y en esta ocasión la cifra de representantes de la Comunidad llegó a 140. Como resultado de las conversaciones, ambas partes acordaron la liberación de los 3 000 sancionados a prisión por delitos contra la seguridad del Estado Cubano y 600 más que habían violado las leyes de emigración, a razón de 400 por mes. Asimismo, la parte cubana expresó que, continuando con su política de solucionar la situación personal, social y familiar de numerosas personas que fueron arrastradas a la contrarrevolución por las distintas administraciones estadounidenses, se autorizaría la salida del país junto a sus familiares más cercanos de los sancionados por delitos contra la seguridad del estado que ya habían cumplido sus sanciones. Por su parte, los representativos de la comunidad cubana en el exterior se comprometieron a realizar las gestiones necesarias con las autoridades del gobierno de los Estados Unidos para conseguir las visas de entrada a ese país para los ex reclusos y sus familiares, así como para los actuales reclusos y familiares que desearan hacerlo. Otro acuerdo rubricado, dirigido a contribuir a la reunificación familiar, planteaba que Cuba autorizaría la salida permanente hacia los Estados Unidos u otros países por razones humanitarias justificadas, de aquellas personas que tenían un vínculo familiar directo con ciudadanos o personas de origen cubano residentes en dichos países. Además, el gobierno de Cuba señaló que, a partir del mes de enero de 1979, permitiría las visitas a la Isla de cubanos residentes en el exterior, aunque podían quedar excluidos de dichas prerrogativas determinadas personas por sus antecedentes y conducta.

[2] Memorándum de Robert Pastor a Brzezinski, 4 de mayo de 1979, The Carter Administration. Policy toward Cuba: 1977-1981, (documentos desclasificados, Biblioteca del ISRI) (Traducción del ESTI).

[3] Memorándum de Brzezinski a Carter, The Carter Administration. Policy toward Cuba: 1977-1981, (documentos desclasificados, Biblioteca del ISRI) (Traducción del ESTI).

[4] Wayne Smith, The Closest of Enemies, W.W. Norton &Company, New York, 1988, pp. 200-201

[5] Ibídem, pp. 202-203

[6] Luego de la derrota de Playa Girón y los resultados de la Crisis de Octubre se produce la interrupción del flujo migratorio de cubanos hacia los Estados Unidos, con la consecuente acumulación de un potencial sin salida por vía legal. Ya desde esos momentos, la expectativa de emigrar de forma ilegal, con un máximo de seguridad de ser recibido y obtener un trato preferencial en los Estados Unidos, fue un elemento utilizado recurrentemente por Washington para desestabilizar la sociedad cubana con el complemento de una extensa propaganda. Ante tal escenario, se producen los acontecimientos de Camarioca en octubre de 1965, a partir de que el Gobierno de Cuba autorizara que los emigrados que pudieran viajar a recoger a sus familiares en la Isla, lo hicieran. Para ese fin, se habilitó el pequeño puerto en la provincia de Matanzas por donde emigraron cerca de 2 700 personas, entre esa fecha y noviembre.

[7] Discurso pronunciado por Fidel Castro Ruz en la clausura del III Congreso Federación de Mujeres Cubanas, efectuado en el Teatro “Carlos Marx”, el 8 de marzo de 1980, en:www.cuba.cu/gobierno/discursos/1980/esp, (Internet), p.20.

[8] Granma, 4 de abril de 1980.

[9] Es necesario aclarar que la campaña propagandística a nivel internacional, trató primero de mostrar a los antisociales como “asilados” y después como “refugiados”. Ninguna de las dos denominaciones se ajustaba a la realidad y solamente tenían un fin mediático. Según la Convención de Asilo Diplomático de 1954, el asilo político sólo se aplicaba a perseguidos políticos en casos de urgencia. Por otra parte, las diversas resoluciones de Naciones Unidas plantean que los refugiados son las personas que durante la guerra se ven obligadas a abandonar su territorio, el cual es ocupado por el enemigo; o las personas que son expulsadas de su país por sus propias autoridades.

[10] Luis Mesa Delmonte, “Administración Carter” en: De Eisenhower a Reagan, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1987, p. 281

[11] Lourdes Casal, “Cuba, abril-mayo de 1980: la historia y la histeria”, en Areíto, vol. VI, no. 23, 1980, pp.18-22.

[12] Discurso pronunciado por Fidel Castro el 1ro de Mayo de 1980, Granma, La Habana, 3 de mayo de 1980.

[13] Ibídem.

[14] Provocación yanqui en la Oficina de intereses de EE.UU.,” Granma, La Habana, 3 de mayo de 1980.

[15] Néstor García Iturbe, Estados Unidos de raíz, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007, p. 418 (La cifra final de emigrantes cubanos por el Mariel sería de 125 000).

[16] Las estadísticas de los estudios realizados señalan que solo 16 % de los que se fueron por El Mariel tenía antecedentes penales, es decir, también hubo campesinos, obreros, profesionales y jóvenes que emigraron. Asimismo, la mayoría de los que emigraron eran varones jóvenes, 40 % no tenía familia en los Estados Unidos, 40 % eran negros o mestizos, 74 % trabajaba antes de emigrar y 9 % eran profesionales. Véase “El Mariel treinta años después”, en: Temas no. 68, La Habana, octubre-diciembre de 2011, p. 84-93.

[17] “Cuando la política de un Estado poderoso carece de principios y sus gobiernos carecen de moral”, Granma, La Habana, 19 de mayo de 1980.

[18] Ibídem.

Tomado de Cubadebate

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Comunidad cubana
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