Palabras del embajador de Cuba en Perú, Sergio González González, en la inauguración del simposio peruano por el 60 aniversario del triunfo de la Revolución cubana - Lima, 14 de marzo de 2019.
Compañeros:
En su diario de campaña en Bolivia, el Che escribe el 26 de julio de 1967:
JULIO 26 Benigno, Camba y Urbano fueron comisionados para hacer un camino por el arroyo, huyéndole a Moroco, el resto del personal quedó en el campamento y el centro hizo una emboscada atrás. Sin novedad. Las noticias de la acción de San Juan del Potrero fueron difundidas por las radios extranjeras con pelos y señales: captura de 15 soldados y un coronel, despojo y libertad, nuestra técnica. Ese punto está al otro lado del camino carretero. Cochabamba, Santa Cruz. Por la noche di una pequeña charla sobre el significado del 26 de Julio; rebelión contra las oligarquías y contra los dogmas revolucionarios.
Se habían cumplido 14 años del asalto al Moncada, gesta que marcó el inició de la última etapa de las luchas por la independencia de Cuba, que culminó 5 años, 5 meses y 5 días después con el triunfo de la revolución.
El Che había encontrado un momento, bajo las difíciles circunstancias de la selva boliviana, bajo la tensión de la lucha e infinidad de preocupaciones, para ponderar el significado del Moncada y, el de la Revolución. Y lo había hecho de manera rotunda.
Por entonces, varios dogmas dominaban la política, las academias y el pensamiento de derecha e izquierda, convenientemente condicionado, como los reflejos estudiados por Pavlov, por el omnipresente poder imperial. Entre ellos, el supuesto papel determinante del ejército en la revolución —que los cambios podían hacerse con el ejército o sin el ejército, pero nunca contra el ejército—; el fatalismo geográfico, que condenaba a los habitantes de una pequeña isla en la cercanía del imperio a su sometimiento eterno; la tesis de la conjugación imprescindible de condiciones objetivas y subjetivas para que se produjera el éxito de la revolución; el concepto de realizar la primera etapa “popular, democrática y antimperialista” bajo el liderazgo del partido comunista como vanguardia del proceso; la supuesta inviabilidad de la consolidación de la revolución en un solo país, mucho menos en América Latina, mucho menos en un país pobrísimo, de entonces 6 millones de habitantes, mucho menos a 90 millas de la potencia hegemónica.
La Revolución se impuso y se reedita cada día como creación heroica, por la determinación de la masa popular, la interpretación adecuada y genuina de las realidades y la elaboración creativa de la estrategia y tácticas para conducir la lucha. El pueblo y su líder, Cuba y Fidel han sido referentes para los hermanos latinoamericanos que todavía no consiguen su segunda independencia y para el resto de los condenados de la tierra del Tercer Mundo, al decir de Franz Fannon.
Si en algo no ha cometido pecado mortal nuestro proceso es en incurrir en el dogmatismo flagrante. Eventos reflexivos como este, desde la perspectiva de los amigos, desde el sentido de la solidaridad, contribuyen a alejar ese peligro.
Agradezco a Solicuba, a Gustavo Espinoza y sus colaboradores, por la feliz iniciativa de conmemorar el 60 aniversario de la Revolución Cubana con un simposio; a los siempre atentos Alberto Quintanilla y Manuel Dammert, por su invariable apoyo y defensa de nuestra causa; a los compañeros de la solidaridad por su estoico y militante acompañamiento a lo largo de las 6 décadas de resistencia.
Creación heroica.
Desde su reposo, Mariátegui nos recuerda la clave para sobrevivir y desarrollarnos como naciones. No hemos cerrado el capítulo de la adopción de la nueva constitución cubana y tenemos que dedicar esfuerzos a conjurar las nuevas y crecientes amenazas regionales y contra nuestra Patria. Un sector furibundo de enemigos de la Revolución – que está como reciclado desde no muy añejos intentos de ese negocio turbio de cambio de régimen-- está de vuelta.
Las actuales acciones del imperio contra Venezuela son un remedo – un remake, como dirían sus personeros— de la espiral que sufrió la Isla en los años 60. Sanciones unilaterales, presiones financieras y psicológicas contra potenciales contrapartes, bloqueo, guerra económica que no ha cesado un minuto en 60 años; terrorismo de toda laya, sabotaje, bandas armadas; intervención militar indirecta (recuérdese Girón, con un gobierno de transición y todo, listo para ser despachado hacia Bahía de Cochinos, para que, una vez instalado, solicitara la intervención directa) constituyeron parte de la espiral agresiva e intervencionista que tuvimos que sufrir.
Cualquier semejanza con las actuales circunstancias en torno a Venezuela no es pura coincidencia! A la guerra económica contra ese hermano país, contra el gobierno legítimo de Nicolás Maduro y su bravo pueblo, se suman acciones propias de la guerra no convencional liderada por el gobierno de los Estados Unidos, en franca violación del Derecho Internacional y las normas y propósitos de la Carta de las Naciones Unidas, con el objetivo de provocar muertes y violencia, como pretexto para una “intervención humanitaria”.
No nos debe sonar extraña tal conducta. En el memorando del 6 de abril de 1960, desclasificado al cabo de varias décadas, el subsecretario de Estado Lester Mallory describe la posición oficial del gobierno de Estados Unidos en los siguientes términos:
“La mayoría de los cubanos apoyan a Castro [...] No existe una oposición política efectiva [...] El único medio posible para hacerle perder el apoyo interno [al gobierno] es provocar el desengaño y el desaliento mediante la insatisfacción económica y la penuria [...] Hay que poner en práctica rápidamente todos los medios posibles para debilitar la vida económica [...] negándole a Cuba dinero y suministros con el fin de reducir los salarios nominales y reales, con el objetivo de provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno.”
“Hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno”. Suena muy actual. Esa ofensiva se acompaña de una feroz campaña mediática, de corte maccartista, aderezada con infames mentiras, como la existencia de un ejército de entre 20 y 25 mil efectivos militares cubanos en Venezuela, que dominan a ese país y “controlan la represión y la tortura”. Ese país y Cuba estarían en plenitud de derecho, en calidad de partes soberanas de mantener la presencia de militares extranjeros que deseen y consideren conveniente. No podría cuestionarse, mucho menos porque de los ejércitos de ambos países no ha salido nunca una expedición agresora ni intervencionista, lo que no puede decirse del ejército norteamericano, que tiene 250,000 efectivos dislocados en más de 800 bases militares alrededor del Mundo, algunas incluso alrededor del país llanero y una en territorio cubano ilegalmente ocupado. Tenemos efectivamente un ejército cubano en Venezuela: un ejército de batas blancas y otros profesionales y técnicos. Son alrededor de 20 mil, la mayoría mujeres, bajo un convenio integral de cooperación, dedicados a los servicios de salud, educación, deporte, agricultura y alimentación. La mentira se ha hecho consuetudinaria y patológica por parte de algunos gobiernos y medios oligárquicos. En el pasado tuvo peligrosas consecuencias; no sería diferente en el presente.
Dentro de 5 días, el gobierno norteamericano permitirá que, al amparo del Capítulo III de la Ley Helms-Burton, se presenten demandas judiciales en tribunales de los EEUU únicamente contra empresas cubanas incluidas en la Lista de Entidades Cubanas Restringidas, elaborada por ese gobierno en noviembre de 2017. Se trata de una nueva vuelta de tuerca en el mecanismo de agresiones del imperio contra nuestro país. Es una decisión que impone obstáculos adicionales a nuestros objetivos de desarrollo y progreso económico, pero Estados Unidos continuará fracasando en su objetivo central de someter por la fuerza a Cuba y hacerla desistir de su determinación de construir el socialismo.
Dijo Trump el pasado mes en Miami que no habrá más socialismo en “América” y puede que se lo crea. Teniendo tales asesores y su remiso espíritu confeso de lectura, probablemente no se enteró de la altísima cifra de cubanos que refrendaron su nueva constitución, que proclama y reivindica desde el artículo primero lo siguiente:
“ARTÍCULO 1. Cuba es un Estado socialista de derecho y justicia social, democrático, independiente y soberano, organizado con todos y para el bien de todos como república unitaria e indivisible, fundada en el trabajo, la dignidad, el humanismo y la ética de sus ciudadanos”.
Deseo el éxito de este aleccionador evento.
Muchas gracias.