La gira del Presidente en el destino de Cuba

Quizá la lógica de los husos horarios, que obliga a que otros vivan con anticipación el día que aún no calienta este lado del Caribe, nos puso más categóricamente frente a la certeza de la intensidad del ejercicio de gobierno del Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba, la misma que multiplicaba Fidel con su incansable capacidad para renovarse, una y otra vez repensando lo estratégico.

En esa dimensión, justamente, nos ubica la gira que Miguel Díaz-Canel protagonizó del 1ro. al 14 de noviembre, un recorrido que no podrá medirse en todos sus efectos en los plazos inmediatos, porque coincide en la línea del tiempo con los anchurosos horizontes de desarrollo que esta tierra se ha propuesto y ha validado en el 6to. y 7mo. congresos del Partido.

Es imposible no hablar de la esperanza, cuando el curso de estos acontecimientos nos puso frente a los abrazos, la amistad, las alianzas, los acuerdos, la continuidad… frente a paisajes humanos en los que ganaron relieve las emociones, sostenidas no por el protocolo, sino por la consecuencia y coherencia de una Revolución que en 60 años no ha hecho concesiones, ni ha negado la limpieza ética en su conducta.

Sin rupturas ha llegado el Presidente a estas geografías, confiado en el mensaje que traslada, en el escenario que se prefigura con un diseño previo, en la confianza cultivada por Fidel y Raúl y de la que él se siente un hijo humilde y consagrado.  

En esas coordenadas podría detenerse profundamente cualquier analista, pero hay otras notables singularidades, como todo un programa de desarrollo por el que se encauza el modelo de prosperidad de una nación que no piensa en singular, sino con alcances colectivos, lo que martianamente nombramos con todos y por el bien de todos.

Esos caminos de presente y futuro se cristalizan en un itinerario en el que el Presidente se hizo acompañar por el vicepresidente Ricardo Cabrisas, y los ministros Bruno Rodríguez (Relaciones Exteriores), Jorge Luis Perdomo (Comunicaciones); Alfredo López (Industrias), y Raúl García (Energía y Minas).

También por el viceministro de Relaciones Exteriores Rogelio Sierra; el viceministro primero de Transporte, Eduardo Rodríguez, y el director de Asuntos Bilaterales de la Cancillería, Emilio Lozada, así como por los embajadores cubanos en cada país visitado.

Las responsabilidades de cada uno de los que fueron a obrar en nombre de Cuba, se conectan con lo delineado por su carácter estratégico para la transformación productiva en las bases del Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta el 2030, y que en consecuencia ha sido respaldado por la Asamblea Nacional en la Ley del Presupuesto.

Recordemos que el redimensionamiento estructural de la economía cubana impone la necesidad de desarrollar acciones en aquellas actividades identificadas con potencial económico y gran efecto multiplicador, y focalizar el esfuerzo científico, tecnológico, humano, financiero y organizativo en función de estas.

CUBA, COMO EL AIRE DE LUZ QUE RESPIRAS

Hermandad, confianza, lealtad y desprendimiento no son solo los pilares en los que Cuba traduce su humanismo y solidaridad en el mundo desde hace más de medio siglo, sino que llega con las siguientes cartas de presentación, que Díaz-Canel defiende con la hidalguía de sus antecesores, y que los diplomáticos de la Isla han sabido honrar en cada escenario; las mismas que se han incluido en la letra y el espíritu del nuevo proyecto de Constitución de la República en su artículo 16: La República de Cuba basa las relaciones internacionales en el ejercicio de su soberanía y los principios antimperialistas e internacionalistas, en función de los intereses del pueblo y, en consecuencia: ratifica su aspiración de paz digna, verdadera y válida para todos los Estados, asentada en el respeto a la independencia y soberanía de los pueblos y su derecho a la libre determinación, expresado en la libertad de elegir su sistema político, económico, social y cultural, como condición esencial para asegurar la convivencia pacífica entre las naciones; sostiene su voluntad de observar de manera irrestricta los principios y normas que conforman el Derecho Internacional, en particular la igualdad de derechos, la integridad territorial, la independencia de los Estados, el no uso ni amenaza del uso de la fuerza en las relaciones internacionales, la cooperación internacional en beneficio e interés mutuo y equitativo, el arreglo pacífico de controversias en pie de igualdad y respeto y los demás principios proclamados en la Carta de las Naciones Unidas; defiende el respeto al derecho internacional y a la multipolaridad en las relaciones entre los Estados; condena al imperialismo, al fascismo, al colonialismo o neocolonialismo en cualquiera de sus manifestaciones; protege los derechos humanos y repudia cualquier manifestación de racismo o discriminación; promueve el desarme y el rechazo a la proliferación y uso de armas nucleares, exterminio en masa u otras con efectos similares que transgreden el Derecho Internacional Humanitario; está en contra de toda forma de terrorismo, en particular el terrorismo de Estado, y se ocupa de la conservación del medio ambiente y la lucha contra el cambio climático.

La inmensidad del afecto y el respeto que ha sembrado Cuba, sostenidos fielmente por estos principios de actuación, pudo ser calibrada en estos días por su pueblo, que reafirmaba su autoestima con cada reporte periodístico del programa de su mandatario por Rusia, la República Popular Democrática de Corea, China, Vietnam y Laos.

Marcados por esas pulsaciones, Granma les propone una síntesis de la agenda que visibilizó los lazos tejidos por la Revolución y los nuevos acuerdos para hacer más sostenible nuestro proyecto de emancipación, anclado en la sublimación de las tareas que la vida le ha impuesto al cubano, en la legitimidad del liderazgo que se ejerce desde el sacrificio compartido y en el arraigo de los mejores sentimientos que también nos han unido a esos pueblos.

(Granma)

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