Villa Clara.–Como ocurrió a finales de diciembre de 1958, este 8 de octubre, Santa Clara entera se despertó una vez más para ver a su Comandante. En el rostro de la gente, la misma sensación de aquellos días heroicos, porque los pobladores de esta ciudad solo saben hablar del Che en presente.
No hay casa, calle, fábrica, industria o morador de este territorio que no recuerde con cariño al Comandante rebelde que un día llegó aquí con su brazo en cabestrillo para regalarle lo más ansiado, la preciada libertad, por cuya razón se hizo de este pueblo, como dijera Gerardo Alfonso en antológica canción.
Y resulta lógico, porque, por cuestiones obvias, no existe otro lugar del mundo donde se sienta la cálida presencia del Guerrillero Heroico como en este sitio, donde aún resuena su grito de combate, el galope de Rocinante o el tableteo de sus ametralladoras victoriosas.
Cincuenta años no han bastado para borrar las huellas dejadas aquí por un hombre fundamental de la historia americana, lo que hace realidad lo pronosticado por el poeta Nicolás Guillén, quien con la luz maravillosa de su poesía escribió frente a la certeza de la muerte aquellos versos estremecedores en los que decía: No porque hayas caído/ tu luz es menos alta... / No por callado eres silencio/ y no porque te quemen, / porque te disimulen bajo tierra,/ porque te escondan / en cementerios, bosques, páramos, / van a impedir que te encontremos, / Che Comandante, / amigo. /... Estás en todas partes, /... vivo, como no te querían.
Y aunque el orgullo de los santaclareños los lleve a pensar que él les pertenece, muchos se preguntaron aquí este 8 de octubre, en especial los asistentes foráneos, cuál es el misterio del Che que ahora no solo está en esta ciudad, sino en todas partes, en la alegría de los niños que desean ser como él, en la esperanza de los pueblos oprimidos, en las franjas de una bandera, en el pecho de los jóvenes,o donde quiera que haya una causa justa por defender, un peligro al acecho, una injusticia que reparar o una misión solidaria por realizar.
Incluso, ni sus enemigos han logrado sustraerse a la grandeza y el ejemplo que emana del Che Guevara, a medio siglo de su caída en combate. Aún le temen, porque su figura de gigante se ha convertido en bandera de combate para millones de personas que en el mundo luchan por un futuro mejor. La historia continúa su curso indetenible y la cita inevitable de los pueblos será, tal como él vaticinara, ¡Hasta la victoria siempre!