Operación Carlota: 50 años de Cuba y la liberación de África

Por Isaac Saney*

"El pueblo cubano ocupa un lugar especial en el corazón de los pueblos de África.

Los internacionalistas cubanos han hecho una contribución a la independencia, la libertad

y la justicia africanas sin precedentes por su carácter principista y desinteresado.”

Nelson Mandela, 26 de julio de 1991.

El 5 de noviembre de 2025 se cumple el 50.º aniversario de la Operación Carlota, la misión internacionalista de Cuba en el sur de África, que fue fundamental para asegurar la independencia de Angola y Namibia y acelerar la caída de la Sudáfrica del apartheid. El 50.º aniversario de la Operación Carlota marca un hito en la lucha global contra el colonialismo, el apartheid y el imperialismo. La exitosa defensa militar de Angola por fuerzas cubanas y angoleñas apresuró la independencia de Namibia en 1990 y asestó un duro golpe al régimen del apartheid en Sudáfrica, acelerando su fin.

El 5 de noviembre de 1975, en respuesta a un llamamiento directo y urgente del recién independizado gobierno de Angola, Cuba lanzó la Operación Carlota. Este audaz acto de solidaridad internacionalista fue una respuesta directa a una invasión militar de la Sudáfrica del apartheid que, respaldada por Estados Unidos y otras potencias occidentales, buscaba aplastar al incipiente gobierno liderado por negros en Angola y frenar la marea más amplia de la liberación africana. Angola acababa de salir de una prolongada y brutal guerra anticolonial contra el colonialismo portugués. Su independencia, ganada con gran sacrificio, se vio inmediatamente amenazada por un esfuerzo respaldado por el extranjero para imponer un régimen cliente y descarrilar la soberanía genuina.

En este contexto, la Operación Carlota —llamada así en honor a Carlota Lucumí, una mujer africana esclavizada que lideró una revuelta en Cuba el 5 de noviembre de 1843— fue una intervención decisiva. Las fuerzas cubanas, en coordinación con las tropas angoleñas, detuvieron el avance sudafricano hacia Luanda y expulsaron a las fuerzas invasoras de Angola. Esta victoria marcó un punto de inflexión en las luchas anticoloniales y contra el apartheid en África. La derrota del ejército del apartheid en el campo de batalla hizo añicos el mito de la invencibilidad blanca y envalentonó a los movimientos de liberación en todo el continente. La importancia de la acción de Cuba no pasó desapercibida para el continente africano. The World, un periódico sudafricano negro, capturó el momento: “El África Negra cabalga la cresta de una ola generada por el éxito cubano en Angola. El África Negra está probando el embriagador vino de la posibilidad de realizar el sueño de la ‘liberación total'".

La Operación Carlota duraría más de quince años. Más de 400.000 soldados, maestros, doctores, ingenieros y trabajadores cubanos sirvieron en Angola en diversas capacidades durante la misión. Más de 2.000 cubanos perdieron la vida defendiendo la soberanía de Angola y apoyando el derecho de los pueblos del sur de África a la autodeterminación y la libertad. Esta larga lucha culminó en 1987–88 en Cuito Cuanavale, donde las fuerzas combinadas cubanas y angoleñas infligieron una derrota decisiva al ejército sudafricano del apartheid. La reversión militar de 1987-88 en Angola constituyó un golpe mortal para el régimen del apartheid. La batalla de Cuito Cuanavale puso fin a su sueño (pesadilla para los pueblos de la región) de establecer la hegemonía sobre todo el sur de África como un medio para prolongar la vida del régimen racista. Esta derrota en el terreno obligó a Sudáfrica a la mesa de negociaciones, lo que resultó en la independencia de Namibia y aceleró drásticamente el fin del apartheid. Sin embargo, el extenso y crucial papel de Cuba en la lucha contra el apartheid, y la guerra regional de terror más amplia librada por el régimen del apartheid que estableció el contexto para la intervención de Cuba, permanecen prácticamente desconocidos en Occidente. Este extraordinario ejemplo de solidaridad antiimperialista permanece en gran medida borrado de la memoria histórica dominante.

La Guerra de Terror de la Sudáfrica del Apartheid

Igualmente olvidada está la guerra regional de terror del Estado del apartheid —librada en Namibia, Angola, Mozambique y más allá— que hizo que la intervención cubana no solo fuera necesaria, sino histórica. La lucha a favor y en contra del apartheid se desarrolló tanto dentro como fuera de las fronteras de Sudáfrica. Determinado a asegurar y afianzar su dominio regional, el régimen del apartheid libró la guerra en todo el sur de África. De hecho, muchísimas más personas —decenas, si no cientos de miles— perdieron la vida fuera de Sudáfrica que dentro de ella. Como observó la Comisión de la Verdad y la Reconciliación: “el número de personas muertas dentro de las fronteras del país en el curso de la lucha de liberación fue considerablemente menor que el de las que murieron fuera”. El coste humano fue asombroso: solo entre 1981 y 1988 se estima que 1,5 millones de personas murieron directa o indirectamente, entre ellas 825.000 niños.

La implicación cubana en el sur de África ha sido repetidamente desestimada como una actividad de representación de la Unión Soviética. Este insidioso mito ha sido refutado inequívocamente. John Stockwell, el director de operaciones de la CIA en Angola durante y en las inmediatas consecuencias de la invasión sudafricana de 1975, afirmó en sus memorias, In Search of Enemies: A CIA Story, “supimos que Cuba no había recibido órdenes de la Unión Soviética para actuar. Al contrario, los líderes cubanos se sintieron obligados a intervenir por sus propias razones ideológicas”. En su aclamado libro, Conflicting Missions: Havana, Washington and Africa, 1959-76, Piero Gliejeses demostró que el gobierno cubano —como había afirmado repetidamente— decidió enviar tropas de combate a Angola solo después de que el gobierno angoleño solicitara la asistencia militar de Cuba para repeler a los sudafricanos, refutando la afirmación de Washington de que las fuerzas sudafricanas intervinieron en Angola solo después de la llegada de las fuerzas cubanas; y que la Unión Soviética no tuvo ningún papel en la decisión de Cuba y ni siquiera fue informada antes del despliegue. En resumen, Cuba no fue un títere de la URSS. Incluso la revista The Economist (no amiga de Cuba) en un artículo de 2002, reconoció que el gobierno cubano actuó por “iniciativa propia”.

Que Cuba pudiera actuar por iniciativa propia, independiente de las grandes potencias, no solo era un anatema para Washington, sino también inconcebible. En 1969, Henry Kissinger, entonces Asesor de Seguridad Nacional y más tarde Secretario de Estado de EE. UU., expresó un chauvinismo característico: “Nada importante puede venir del Sur. La historia nunca se ha producido en el Sur. El eje de la historia comienza en Moscú, va a Bonn, cruza a Washington y luego a Tokio. Lo que sucede en el Sur no tiene importancia”. Que Cuba —una pobre nación latinoafricana del “Tercer Mundo”— pudiera actuar de forma independiente y dar forma a la historia enfureció a Kissinger. A instancias suyas, el Pentágono elaboró extensos planes militares en 1975-1976 para castigar a la isla por desafiar el orden imperial y su jerarquía racista. Estos planes, que iban desde el bloqueo naval hasta la invasión, fueron debatidos seriamente en los más altos niveles de EE. UU., lo que ilustra los peligros que Cuba enfrentó y aceptó al defender Angola.

Pagar la Deuda de la Humanidad a África

La dirigencia cubana justificó las misiones militares en el sur de África como una defensa de un país independiente contra la invasión extranjera y como el pago de una deuda histórica que Cuba tenía con África. Fidel Castro invocó frecuentemente los vínculos históricos de Cuba con África. En el decimoquinto aniversario de la victoria cubana en Playa Girón, declaró que los cubanos "somos un pueblo latinoafricano". El difunto Jorge Risquet, principal diplomático de La Habana en África desde los años 70 hasta los 90, también fue inequívoco al explicar la intervención militar de Cuba en términos de las obligaciones de Cuba hacia África, y este vínculo resonó especialmente entre los cubanos negros, quienes pudieron establecer una conexión simbólica con sus raíces africanas. Según el académico Terrence Cannon, para muchos negros luchar en Angola era similar a defender Cuba, excepto que la lucha era "esta vez en África. Y eran conscientes de que África era, en cierto sentido, su patria". El reverendo Abbuno González subrayó esta conexión: "Mi abuelo vino de Angola. Por lo tanto, es mi deber ir y ayudar a Angola. Se lo debo a mis antepasados". El general Rafael Moracen se hizo eco de este sentimiento y de las palabras de Amílcar Cabral: "Cuando llegamos a Angola, oí a un angoleño decir que nuestros abuelos, cuyos hijos fueron llevados de África para ser esclavos, estarían felices de ver a sus nietos regresar a África para ayudar a liberarla. Siempre recordaré esas palabras".

Hoy en día, miles de personal médico cubano brindan servicios esenciales en docenas de países africanos. En 2014, Cuba hizo una contribución decisiva a la lucha contra la epidemia de Ébola en Guinea, Liberia y Sierra Leona, enviando la misión médica más grande de cualquier país. Más de 450 médicos y enfermeras cubanos —seleccionados entre más de 15.000 voluntarios— viajaron a África Occidental para estar junto a sus pueblos en la lucha contra el Ébola. Como afirmó el embajador de Cuba en Liberia, Jorge Lefebre Nicolás: "No podemos ver a nuestros hermanos de África en momentos difíciles y quedarnos de brazos cruzados". En la reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas del 16 de septiembre de 2014, el representante cubano Abelardo Moreno subrayó: "La humanidad tiene una deuda con el pueblo africano. No podemos defraudarles". Incluso el Wall Street Journal reconoció: "Pocos han respondido al llamado, pero un país ha respondido con fuerza: Cuba". Sin embargo, como señala el especialista en Cuba John Kirk, el internacionalismo médico de Cuba sigue siendo uno de "los secretos mejor guardados del mundo".

Conmemorar el aniversario de la Operación Carlota no es simplemente un acto de recuperación histórica. Cincuenta años después, la Operación Carlota nos recuerda que la lucha por la independencia africana sigue siendo tan urgente como siempre. En un momento en que la lucha por una auténtica independencia y soberanía africanas se ve nuevamente amenazada —por la dominación económica neocolonial, las intervenciones militares extranjeras y el saqueo de recursos— sirve como un recordatorio de las posibilidades del internacionalismo basado en principios, la solidaridad y la liberación colectiva.

• El profesor Isaac Saney es especialista en Estudios Negros y Cuba en la Universidad de Dalhousie y coordinador del programa de Estudios Negros y de la Diáspora Africana.

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