Sep
19
2016
uando el 20 de marzo pasado el Air Force One se posó sobre el aeropuerto José Martí, quienes esperaban bajo la lluvia confiaban en que ese día histórico sería el puntapié inicial de una nueva era entre EE UU y Cuba. El “¿qué bolá Cuba?” del presidente Barack Obama sonó como una invitación a soñar en que los temas pendientes desde la vuelta al diálogo bilateral, el 17 de diciembre de 2014, iban a ser un trámite sencillo. Lo pensaron Raúl Castro y la plana mayor del gobierno revolucionario, que reclaman desde hace décadas terminar, entre otras cosas, con el sistema de castigos de la principal potencia del mundo contra los habitantes de una pequeña isla que eligió su propio camino.
Ahora, que se avecina una nueva votación en la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre el principal reclamo de La Habana, el levantamiento del bloqueo económico, la sensación es que nada cambió en cuanto a una medida que cuenta con el más amplio repudio internacional y que, para el gobierno cubano, depende en primer lugar de la voluntad política del mandatario estadounidense.
¿Habrá algún cambio en el voto argentino, teniendo en cuenta el cambio de ocupante de la Casa Rosada?
El bloqueo, decretado por John F. Kennedy en febrero de 1962 en el marco de la Guerra Fría, se fue incrementando con los años y causando enormes pérdidas que, un trabajo preparado para la previa al encuentro de Nueva York, estima en 753.688 millones de dólares a valor actualizado. Solo desde la visita de Obama en marzo, quien luego embarcó hacia Buenos Aires, el costo para Cuba suma 4680,3 millones de dólares.
La promesa de levantar las sanciones económicas –que el propio Obama reconoció que “solo hace daño al pueblo cubano en lugar de ayudarlo”– se choca con la realidad de que incluso desde diciembre de 2014 se acrecentaron las trabas de todo tipo para comerciar. A Cuba, sin ir más lejos, se le prohíbe abrir cuentas en bancos de Estados Unidos y sigue sin poder hacer pagos ni depósitos en efectivo en dólares en terceros países. Ni siquiera puede utilizar libremente tarjetas de crédito.
Para colmo, los bancos internacionales no quieren arriesgarse a operaciones legítimas con Cuba porque pueden sufrir sanciones. No olvidan que en marzo de 2015, cuando ya estaban avanzadas las conversaciones para reanudar relaciones diplomáticas, el alemán Commerzbank recibió una multa de 1710 millones de dólares en Estados Unidos.
“Aplican una ley extraterritorial y no queda resquicio por donde hacer movimientos de dinero”, se quejan los cubanos. Y añaden que no se trata apenas de manejarse con el turismo receptivo o las compras al exterior de productos esenciales para la actividad económica, sino del pago de alimentos o medicamentos imprescindibles para el tratamiento de ciertas afecciones. Eso obliga a realizar algún tipo de rodeo mediante terceros países, lo que encarece ostensiblemente cualquier producto.
“El presidente de los Estados Unidos posee aún amplias facultades ejecutivas que no ha usado, para continuar modificando la aplicación de las regulaciones del bloqueo, incluso más allá de lo hecho hasta la fecha que le permitirían, de usarlas con determinación, desmantelar de forma sustantiva la política de bloqueo”, dice un documento oficial que circula entre las cancillerías para preparar la próxima votación en Nueva York, el 26 de octubre.
¿Qué ocurrirá entonces? Con los años, el voto contra el bloqueo a Cuba fue creciendo y el año pasado fueron 191 votos positivos contra dos negativos, Israel y Estados Unidos, a pesar de la promesa de Obama. Ya no hubo abstenciones, que fue durante mucho tiempo el subterfugio de muchos países europeos e incluso latinoamericanos para no comprometerse en un tema diplomáticamente complicado para ellos. ¿Habrá algún cambio en el voto argentino, teniendo en cuenta el cambio de ocupante de la Casa Rosada? Por ahora, nada hace sospechar que se modifique una postura que, por otro lado, ya no debería resultar irritativa para Washington.
Tomado de Tiempo Argentino/EMBACUBA ARGENTINA
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Bloqueo